La hipertensión (aumento de presión sanguínea en las arterias) es uno de los problemas médicos más comunes en nuestra sociedad, principalmente asociado con los hábitos de vida y la edad. Pero el estudio de hoy nos habla de otro factor que puede incidir en la predisposición personal de cada uno.
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El estudio:

El estudio, llevado a cabo por el doctor Shaoyong Su entre otros en la Universidad de Georgia y publicado en la revista Circulation comenzó en 1989 cuando los investigadores reclutaron a 394 sujetos (181 blancos y 213 afro-americanos) sin signos de enfermedades crónicas o presión sanguínea alta. Los sujetos del estudio eran hombres y mujeres en similar proporción. Los investigadores siguieron a estas casi 400 personas durante más de dos décadas. La presión sanguínea fue registrada una media de 13 veces durante 23 años.

Cuando los participantes alcanzaron los 18 años se evaluaron los acontecimientos vitales estresantes mediante cuestionarios específicos para ello. Estos incluían: Abuso sexual, físico o emocional, negligencia física o emocional y hogares disfuncionales (en las que había violencia doméstica o abuso de sustancias).

Los resultados:

La experiencia de eventos traumáticos múltiples en la infancia (por ejemplo abuso emocional, físico, negligencia...) está asociada a una diferencia de 10 puntos en la presión sistólica. La correlación parece clara. A los 30 años ya puede observarse un claro aumento en la presión en comparación con los que de jóvenes no sufrieron traumas, antes de los 30 años las diferencias no son observables. El impacto fue igual tanto para hombres como para mujeres sin afectar la raza a los resultados.

Esta diferencia pone a los jóvenes en riesgo de enfermedad arterial coronaria e hipertensión cuando alcanzan mayor edad.

Las diferencias en presión sanguínea no eran explicadas por los factores de riesgo conocidos actualmente (ser hombre, obeso, fumador, etc...), sino que iban más allá.

Un dato sorprendente contrario probablemente a lo que el público general opinaría es que de hecho el 50% de los niños que sufrieron abuso infantil y el 40% de los que sufrieron negligencia pertenecían a familias de estatus socioeconómico medio o alto. Un 69% de los participantes habían sido expuestos a uno o más factores estresantes y casi uno de cada cinco había estado expuesto a 4 o más eventos traumáticos.

A estos datos podemos añadir conocimientos ya evaluados en otros estudios. Y es que otras investigaciones señalan que a este factor de riesgo hay que añadir uno más indirecto: los niños con infancias problemáticas tienen más probabilidad de iniciarse en conductas que son de por si factores de riesgo conocidos como consecuencia a ese trauma, por ejemplo fumar, tener peores hábitos de ejercicio físico, etc... Así sería interesante llevar a cabo un estudio que evaluase en qué proporción se ha acumulado riesgo por esos factores asociados y que riesgo era limpio por el simple trauma, aunque este estudio afirma haber ajustado los datos para tener en cuenta la inactividad, la obesidad, el consumo de drogas, etc...

Aunque este estudio no pruebe una causalidad directa sí que hace ver la necesidad de las técnicas preventivas de salud mental para reducir ese riesgo y dotar a la persona de resiliencia.