Toxoplasma parasite
© Walter and Eliza Hall InstituteImagen de un microscopio de electrones muestra al parásito Toxoplama cambiando las células del anfitrión. Los parásitos Toxoplasma son púrpuras, las células humanas son rojas. Las células modificadas se muestran en verde.
Halloween y el Día de Muertos ya se fueron, pero en cualquier noche oscura es posible espantarse con las historias de terror; y las más terroríficas de todas son las que pueden volverse reales.

Únase a nosotros para compartir lo que se dice de algunos de los parásitos más espeluznantes de todos: los que controlan el cerebro de sus huéspedes humanos, dejando la locura y la muerte a su paso. Aquí tiene tres ejemplos de cuidado.

El parásito felino

El Toxoplasma gondii encabeza la lista como el más famoso —y controvertido— de los parásitos que invaden el cerebro. Bajo el microscopio, este minúsculo protozoo parece más bien una pequeña mancha, pero una vez que se abre paso hacia el cerebro, puede alterar radicalmente el comportamiento de las ratas, de los gatos y, sí, también de los seres humanos.

El ciclo de vida del T. gondii tiene dos fases, la sexual que ocurre solamente en el interior de los felinos (gatos domésticos y salvajes), y la fase asexual que ocurre en el interior de cualquier otro mamífero.

Pero los huevecillos del T. gondii, llamados 'ovocitos', solo aparece en las heces fecales de los gatos, de donde pueden ser recogidos por otros mamíferos, digamos por las ratas o por los humanos.

Una vez en el interior de las ratas, los ovocitos se transforman en 'taquizoitos', que migran hacia los músculos y el cerebro, donde pueden permanecer ocultos durante décadas sin provocar síntomas.

Pero cuando llega el momento de atacar, los pequeños taquizoitos del T. gondii alteran la química del cerebro. Por ejemplo, las ratas infestadas, contrario a lo esperado, se excitan sexualmente con el olor de los gatos, en vez de huir de los felinos, incluso juegan con ellos sin miedo a ser destrozados por sus garras.

Este efecto es de beneficio para el parásito, ya que si una de esas ratas es ingerida por un gato, como normalmente sucede, el T. gondii vuelve a reproducirse sexualmente. Así libera de nuevo los ovocitos, lo que les permite cerrar el ciclo sexual y poner más huevecillos para empezar de nuevo.

Tal vez suene espeluznante, pero las ratas no son los únicos huéspedes en los que el T. gondii se aloja. Algunos investigadores estiman que hasta 30 por ciento de las personas que viven en la Tierra —más de dos mil millones de nosotros— llevan consigo los pequeños taquizoitos del T. gondii.

¿De qué manera el Toxoplasma gondii altera el comportamiento del ser humano?

Algunos estudios han encontrado que los casos de esquizofrenia aumentaron considerablemente desde comienzos del siglo 20, cuando tener un gato doméstico se hizo común en muchos hogares de campos y ciudades.

"Aparte de provocar alucinaciones en los humanos, los síntomas de los taquizoitos se manifiestan como aletargamiento y pérdida de temor ante las actividades de alto riesgo", dice Joanne Webster, investigador de Parasitología del Imperial College de Londres.

Un artículo, publicado en Actas de la Royal Society, señala que en las zonas con altas tasas de infestación por T. gondii, estos diminutos parásitos podrían alterar los patrones de comportamiento no sólo de algunos individuos, sino de culturas enteras. Incluso, los padres infectados, encontraron los investigadores, tienen una probabilidad de 30 por ciento de transmitir el parásito a sus hijos.

Si todo esto le parece un poco lejos de casa, considere lo siguiente: los investigadores estiman que más de 60 millones de personas tan sólo en Estados Unidos, están infestadas con el T. gondii, y la mayoría de ellas no tienen ni idea de que han sido colonizadas por esos animáculos, ya que el parásito por lo regular no produce síntomas en absoluto. Hasta el día en que se decide a atacar a su huesped.

La amiba de la locura

Cada vez que usted salga de excursión y lo ataquen los síntomas de la sed, manténgase alejado de los estanques de agua dulce, no importa que tan sediento esté.

Esos acogedores cuerpos de agua son a menudo el habitáculo de la Naegleria fowleri, una especie de amiba con un gusto exagerado por el tejido cerebral humano.

La Naegleria puede pasar largos períodos simplemente dando vueltas como un quiste en forma de una pequeña pelotita blindada, que puede sobrevivir al frío, al calor y a la sequía. Cuando uno de esos quistes entra en contacto con un acogedor anfitrión, de inmediato le brotan seudópodos (falsos pies) parecidos a tentáculos, y se convierte en un bicho conocido como trofozoito.

Tan pronto se transforma, el trofozoito se dirige directamente hacia el sistema nervioso central del huésped, y siguiendo las fibras nerviosas comienza su viaje hacia cerebro.

Una vez que se ha hundido en el tejido cerebral de su huésped, a la Naegleria fowleri le brota un 'aparato chupador' con el cual comienza a comerse la jugosa materia cerebral.

A medida que la amiba se divide, se multiplica y se mueve hacia el interior, continúa devorando las células del cerebro.

Los síntomas comienzan sutilmente, con malestar general, confusión mental y alteraciones en el sentido del gusto y el olfato, e incluso usted puede sentir algo de fiebre y rigidez.

Pero en los siguientes días, mientras la N. fowleri penetra todavía más profundo en las estructuras cognitivas del cerebro, las víctimas comienzan a sentirse confundidas, a tener problemas para prestar atención y a percibir alucinaciones.

Luego vienen las convulsiones y la pérdida del conocimiento, ya que el cerebro pierde todo el control de sí mismo.

En el curso de las dos semanas siguientes, la víctima perece.

Aunque las infestaciones de N. fowleri son muy raras, resultan casi siempre mortales.

El animáculo del sueño

En los pueblos del África subsahariana y en las selvas de la Amazonia, un pequeño insecto, conocido como 'mosca tse tse', puede provocarle un sueño que lleva a la muerte. A esta mosca le encanta el sabor de la sangre humana, y a menudo lleva consigo un parásito conocido como trypanosoma, con un gusto extremo por los cerebros humanos.

En la primera etapa de la infestación, conocida como 'fase hemolinfática', los parásitos viven en la sangre y en la linfa del huésped, donde crecen como pequeñas manchas largas y retorcidas en forma de látigo.

A medida que maduran, los parásitos atraviesan la barrera hematoencefálica y comienzan la etapa de encefalitis.

El trypanosoma altera la estructura y función de las células del cerebro de sus anfitriones (los parásitos parecen tener una predilección especial por el hipotálamo, que ayuda a regular nuestro estado de ánimo y los ciclos de sueño y vigilia).

En esta etapa los anfitriones empiezan a comportarse de forma extraña. Primero sufren dolores de cabeza e insomnio, debido a que el parásito altera la función de la melatonina, la hormona del sueño.

En poco tiempo los huéspedes humanos comienzan a exhibir una vertiginosa variedad de síntomas psicológicos, entre ellos alteración de los patrones del habla y temblores incontrolables.

Con el paso de los meses, el extraño comportamiento del huésped comienza a caer en la pereza, la falta de respuesta, y finalmente en un sueño prolongado que lleva al coma y a la muerte, de ahí el nombre del mal que provoca: 'enfermedad del sueño'.

Aunque existe una cura para la tripanosomiasis, los amigos y familiares de las víctimas a menudo no logran detectar la enfermedad a tiempo, porque sus síntomas son muy difíciles de reconocer.