Todos los seres humanos, en mayor o menor grado, sentimos vergüenza en algún momento de nuestras vidas. Ni si quiera los más extrovertidos se salvan de este sentimiento, ya que forma parte de todas las culturas del planeta y es una parte esencial de la evolución humana.
vergüenza
Al menos eso es lo que sugiere un reciente estudio de la Universidad de California, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Sentir vergüenza, un sentimiento de defensa humana

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En el estudio, realizado en colaboración de científicos de EE.UU., India e Israel, ha llegado a la conclusión de que la vergüenza es un sentimiento evolutivo usado como defensa del ser humano, cuya función sería evitar daños sociales.

Así lo comenta Daniel Sznycer, autor principal del estudio:
"La función del dolor es evitar que nos dañen nuestro propio tejido. La función de la vergüenza es que nos impida dañar nuestras relaciones sociales, o motivarnos para repararlas si fuese necesario.

Nuestros ancestros vivían en pequeños grupos sociales, cooperativos, que vivían de la caza y la recolección. En este mundo, la vida dependía de que los demás nos valoraran lo suficiente como para darnos comida, protección y cuidados"
En otras palabras, sentir vergüenza nos ayudaría a mantener unas buenas relaciones sociales con potenciales socios, ya sean posibles parejas, amigos, aliados.

Por otro lado, si los demás individuos nos devalúan, también se preocupan menos por nuestro bienestar: Recibimos menos ayuda y más daño. Esto es lo que hace que nos preocupemos por la opinión que tienen los demás sobre nosotros, y nos motiva a evitar hacer o decir cosas que podrían hacer malpensar a los demás. Es decir, sentimos vergüenza de algunas palabras o actos, y todo a raíz de la imagen que podamos dar a los demás sobre nosotros.

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El estudio sobre la vergüenza humana

Para demostrar su teoría, los investigadores crearon 24 escenarios ficticios breves que mostraban comportamientos o rasgos que, por razones evolutivas, se esperaba que dieran lugar a una devaluación por parte de los demás: Tacañería, infidelidad, debilidad física...

Se preguntó a diversos individuos de Estados Unidos, India e Israel sobre todos estos escenarios. Sobre todo se buscaba saber que sentimientos despertaban en ellos dichos escenarios, es decir, cómo se sentían respecto a los individuos que llevaban a cabo estos actos de devaluación. Por otro lado, se preguntó sobre la cantidad de vergüenza que sentirían si dichos actos fuesen reales y llevados a cabo por ellos mismos.

Según los investigadores, existía una estrecha relación entre las reacciones negativas desencadenadas por los actos hacia los individuos que los cometen y la intensidad de vergüenza que sentirían los voluntarios del estudio si realizasen ellos mismos estos actos de devaluación.
"Esto es justo lo que se puede esperar de un sistema defensivo diseñado para equilibrar las demandas de eficacia y economía. Además, otros estudios de seguimiento han mostrado que hay otras emociones que se co-activan con la vergüenza, como la tristeza y la ansiedad, las cuales no se producen como reacción a un sentimiento de devaluación como si sucede con la vergüenza. Esto nos sugiere que la verguenza es, en particular, la que tiene la función de hacer frente a la amenaza de devaluación ajena"