terapia narrativa
Sería difícil hablar de la propia vida en términos abstractos: cuando hablamos de nosotros mismos lo hacemos en términos narrativos, incluso cuando no somos conscientes de eso. La familia y la sociedad nos involucran en arcos narrativos en los cuales entramos como personajes secundarios, y con suerte terminaremos como protagonistas, pero la vida humana es indisociable del acto de narrarla.

Un arco narrativo muy común es: vas a la escuela unos años, conoces al amor de tu vida, te casas (o no), trabajas, tienes hijos, nietos, y en algún momento mueres. Pero las variaciones y apropiaciones individuales dentro de ese parco esquema vital son lo que constituye la riqueza y diversidad de nuestras vidas. Si todos viviéramos el mismo arco narrativo de la misma forma (es decir, si nuestras expectativas de satisfacción fueran las mismas) no seríamos personas, sino personajes acartonados. Es por eso que "persona" viene del latín personae, que significa máscara o actor.
"Las historias de vida no reflejan solamente la personalidad", afirman Dan McAdams y Erika Manczak, "estas son la personalidad, o con mayor precisión, son partes importantes de la personalidad, al igual que otras partes, como rasgos disposicionales, metas y valores."
McAdams y Manczak forman parte de una rama de la psicología social interesada no solamente en comprender cómo se narra la gente sus propias vidas, sino cómo pueden ganar agencia en ellas, es decir, cómo pueden apropiarse de sus propias narrativas a través del acto de narrar: la psicología o terapia narrativa.

Para la psicología narrativa, la narración es indisociable de la identidad: una persona es la forma en que cuenta su infancia, su lugar de origen, sus amigos, sus viajes, incluso —y especialmente— sus pérdidas y tragedias, y la forma en que se transformó después de los capítulos más turbios de su existencia.

Jonathan Adler es un psicólogo que realizó un estudio longitudinal en 47 adultos en terapia, a lo largo de 12 sesiones. Durante ese tiempo, Adler les pidió que escribieran narrativas personales, historias de su vida o diarios. Lo que halló al finalizar fue no sólo que los temas de agenciamiento (donde el paciente se mira a sí mismo como protagonista y agente de los eventos de su vida y no sólo como víctima o espectador pasivo) aumentaron, sino que la salud mental de estos mejoró.

Lo interesante es que los temas de agenciamiento aparecieron primero en forma narrativa, para luego manifestarse efectivamente en salud mental y bienestar.
"Es como si la gente hubiera armado una nueva versión de ellos mismos y vivido de acuerdo a ella", comenta Adler.
Una distinción importante es que la narración de la propia vida no tiene por qué ser necesariamente "literaria", lo cual sería una locura. Las palabras y la relación con el lenguaje pueden fortalecer los aspectos literarios, pero incluso una persona analfabeta tiene una narrativa vital, o cuenta su vida de manera narrativa. Sin embargo, existen otros estudios que afirman que leer literatura puede hacernos más empáticos y abiertos a la otredad, es decir, a personalidades distintas de las nuestras.