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© AfpUnas 200.000 personas permanecen en unos 1.900 centros de evacuación
La crisis nuclear ocasionada por la peor catástrofe que ha vivido Japón desde la Segunda Guerra Mundial ha acaparado la atención internacional y ha desplazado de la cobertura informativa de algunos medios de prensa el otro drama: el humanitario.

El terremoto y posterior tsunami del 11 de marzo generaron la peor tragedia natural registrada en el país desde el "Gran Sismo de Kanto" de 1923, en el que más de 142.000 personas perdieron la vida.

Desde que la catástrofe devastó la costa del noreste del país -en la que unas 500.000 personas perdieron sus hogares- muchos damnificados han sobrevivido bajo condiciones muy duras, en medio del frío y con escasos suministros de alimentos y combustible, pese a que la economía japonesa es una de las tres más ricas del planeta.

Según el último balance de las autoridades, dado a conocer el miércoles, el número de fallecidos aumentó a 11.417. Otras 16.273 personas continúan desaparecidas y cerca de 200.000 siguen refugiadas en unos 1.900 centros de evacuación. Se cree que la cifra de víctimas puede aumentar en la prefectura de Fukushima, al norte de Tokio, donde las operaciones de búsqueda fueron suspendidas en un radio de 20 kilómetros de la central nuclear averiada.

Dentro de la zona de evacuación

Y cuando crece al presión para que Tokio amplíe esa zona de exclusión a 40 kilómetros, las autoridades continúan aconsejando a los 136.000 residentes a que se marchen pero no los ha evacuado y sólo se han limitado a pedirles que permanezcan dentro de sus hogares o refugios. ¿Cómo es la vida dentro de esa zona de evacuación? Dai Saito está en Haramachi-ku, en Minamisouma, una ciudad dentro del área en torno de la planta nuclear de Fukushima, y describió para la BBC cómo es la vida allí.

"Una vez que mi madre decidió quedarse (dentro del área) supe no podía dejarla. Sin embargo, nunca me imaginé que la situación sería tan grave. Mi madre está bien, pero tiene una enfermedad crónica de tiroides y está preocupada por los efectos de la radiación", cuenta.

"Aún no hay suficiente combustible o suministros de ayuda, pero algunas tiendas están abriendo poco a poco. Mi vida ha recuperado algo de calma, pero todavía necesitamos asistencia. Arroz, pan, agua potable, gasolina y queroseno aún están racionados, pero no tenemos artículos de la vida diaria como rollos de papel higiénico, y aunque recibimos combustible racionado normalmente no es suficiente", añade.

Saito explica que los residentes no pueden llevar una vida "relativamente normal" si se mantienen dentro de sus casas o refugios durante mucho tiempo, ya que "hay que salir a las calles a buscar comida".

La incertidumbre ha hecho que Saito ya no crea en las autoridades: "No tengo confianza en las acciones del gobierno. Me pregunto si todo esto de la ambiguamente denominada zona de evacuación es una estratagema del gobierno para evadir su responsabilidad. Desde el terremoto poco ha mejorado". Y enfatiza: "Me enoja que el gobierno esté dedicando mucho esfuerzo al encubrimiento y que emita deliberadamente comunicados ambiguos".

Pescadores y agricultores

Pese al enojo y la preocupación, el gobierno de Tokio insiste en que no hay razones para ampliar la zona de seguridad en torno de la central de Fukushima. "De momento no tenemos motivos para pensar que la radiación tendrá un efecto sobre la salud humana", afirmó Yukio Edano, secretario jefe del gabinete japonés.

No obstante, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial reconoció que los altos niveles de radiación hallados en el mar próximo a la planta nuclear podrían significar que la radiación se está filtrando "de forma constante". Esto supone una tragedia para los pescadores japoneses, quienes -como informa el periodista de la BBC Chris Hogg- "se preparan para lo peor".

Desde el puerto de Shin Futsu, en la bahía de Tokio, a unos 200 kilómetros de la costa de la planta de Fukushima, Hogg pone de manifiesto la preocupación en que está sumida esa comunidad. En un pequeño bote, Kazuhiro Ogawa le dice al periodista: "No sólo trabajamos en el mar. También cultivamos arroz y verduras. Estoy a punto de plantar arroz. Vamos a tener verdaderos problemas si llega aquí la radiación".


Hogg explica que "probablemente la radiación sea demasiado pequeña para causar trastornos de salud, pero demasiado grande para que no genere preocupación entre los consumidores de quienes los pescadores de Shin Futsu dependen para subsistir". Y si esto pasa -como se teme-, la crisis humanitaria podría ser muy duradera, tanto como la recuperación de Japón, la cual -según el Banco Mundial- podría tomar hasta cinco años, con un costo de US$309.000 millones.

Por lo pronto, la actual visita a Tokio del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, como presidente de turno del G8 y del G20 para mostrar su solidaridad con el país asiático, podría conseguir que esos grupos de naciones vuelvan a fijarse en la situación de decenas de miles de damnificados.