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Sobreviviente del mercado del sexo, el ex convicto Scott Howard narró haber sido traficado de prisión en prisión durante dos años. Sus "dueños", miembros de una banda de supremacistas blancos, lo vendieron a pandilleros de la banda Los Norteños, quienes lo obligaron a prostituirse a cambio de 7 o 20 dólares por encuentro sexual, un abuso que se repitió a lo largo de los años.

"La situación es una epidemia, éramos decenas a los que nos prostituían y puedo asegurar que mientras digo estas palabras a otros los están obligando a prostituirse. La última vez que a mi vendieron el 'cliente' pago con cuatro cajas de galletas, ¡es horrible lo que hacen y en la prisión nadie nos ayuda!", dijo Howard, liberado en diciembre del 2010 después de pasar 10 años en prisión por cargos de fraude. Ahora trabaja en la búsqueda de reformas que protejan a lo prisioneros de los abusos sexuales.

El tráfico de esclavos para el sexo está dominado por bandas nacionales como la Mafia Mexicana (La Eme), los Sureños y Norteños, quienes venden a los jóvenes prisioneros para obtener recursos que financien sus actividades, documenta también el informe anual del Centro Nacional de Inteligencia en Pandillas.

Sin embargo, el reporte en el que participan agencias locales, estatales y federales no ofrece estadísticas de la dimensión y el alcance de las redes de trafico sexual en las prisiones. En la actualidad, hay unos 147 mil reos en cárceles federales, estatales y locales.

No obstante, el submundo de la prostitución tras las rejas se extiende de prisión en prisión, según las declaraciones de Howard, quien afirmó que en menos de tres meses fue trasladado a cinco diferentes correccionales dentro del estado de Colorado, donde otros miembros de las pandillas ya lo esperaban para seguir comercializando con su cuerpo.

Lovisa Stannow, directora ejecutiva de la organización Just Detention International (JDT), que aboga por la protección de prisioneros y eliminar las violaciones sexuales tras las rejas, comentó que parte clave del problema es el secretismo en el que operan los centros de detención en todo el país. "Las cárceles de EEUU están más cerradas a monitores externos e independientes que en ninguna parte del mundo y es algo realmente preocupante, porque este país tiene tras las rejas a un cuarto de la población penitenciaria de todo el mundo", apuntó Stannow.

Diversos casos de víctimas de tráfico sexual dentro de las prisiones han llegado a las oficinas del JDT, lo que hace temer a Stannow que la problemática no es una tendencia aislada. "Cuando alguien está encarcelado el gobierno tiene la responsabilidad de protegerlo, y es lamentable que esto no suceda. Los prisioneros llegan a sentirse que ya no son parte de la sociedad, algo muy peligroso porque muchos regresan a casa y el abuso extremo que sufrieron termina impactando las comunidades", expuso.

Cuando Howard denunció los hechos oficiales del sistema de correccionales de Colorado, le respondieron que eso le pasaba por ser "una reina del drama", según consta en los archivos de la corte. "Me parece irónico que mientras el país gasta miles de dólares en erradicar la esclavitud en el mundo, no aporte los recursos para eliminar el problema que tiene dentro de sus prisiones", comentó Howard.

"Llegué al punto en el que sobreviví de 'crackers' (galletas) y agua. Te venden una y otra vez... el abuso físico y psicológico llega a un extremo en el que piensas que es mejor no vivir", explicó el ex convicto, quien a la fecha continúa bajo terapia psicológica para sanar el daño emocional que le dejaron los atropellos de los que fue víctima.

La ley para la eliminación de las violación en prisión (PREA), la primera enmienda en castigar la violencia sexual tras las rejas y aprobada en 2003, requiere que todas las prisiones adopten una política de cero a tolerancia a los abusos de orden sexual, sin embargo la ley está aún lejos de cumplir su objetivo. "El abuso sexual en las prisiones es prevenible, sabemos como hacerlo, pero tenemos que pelear para que sea una realidad", concluyó Stannow.