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Un robot Packbot trabaja en el interior del edificio del reactor 3 de la central de Fukushima.
Fukushima ha sacudido la autoestima de la ingeniería de Japón. El país no solo ha admitido que va a tardar casi un año en controlar la nuclear -en el mejor de los casos-, sino que ha pedido ayuda al exterior. Primero solicitó a la francesa Areva expertos para tratar el agua radiactiva que se escapa de la central, y ahora ha visto cómo han sido robots de EE UU los primeros en entrar en los edificios de los reactores para medir la radiactividad. Un duro golpe para el país que se consideraba el padre de la robótica.

La empresa que se apunta la medalla de Fukushima es iRobot, fundada hace 21 años por ingenieros del Instituto de Tecnología de Massachusetts, el prestigioso MIT. La firma fabrica robots militares para las tropas de EE UU en Afganistán e Irak, y sus máquinas inspeccionaron en el lecho marino el vertido de BP en el golfo de México y trabajaron en las Torres Gemelas tras el 11-S.

Que sea tecnología de EE UU la elegida demuestra los diferentes enfoques que da cada país a los robots. Japón es líder mundial en el sector, pero buena parte del desarrollo lo ha dedicado a robots humanoides, destinados al ocio. En EE UU las empresas siguen las directrices del Departamento de Defensa, que exige robots útiles, sin fuegos artificiales.

El consejero delegado de iRobot, Colin Angle, dejó patente la diferencia en una entrevista en 2010 en la revista especializada Pocket-lint: "Los robots no deberían tener piernas. Los brazos tienen sentido y la cabeza también. Nosotros no tenemos ruedas, pero los robots pueden. (...) En Japón los robots se usan como símbolo de estatus y como herramientas de marketing. Sus empresas no crean beneficios, sino sueños".

La prueba de que busca la utilidad es el producto estrella de iRobot, el aspirador Roomba, que "limpia todo tipo de suelos, las esquinas y los rodapiés y debajo de los muebles". Es un sencillo disco que gira sin cables por el suelo aspirando el polvo. Solo en España el año pasado se vendieron más de 80.000 unidades (entre 349 y 599 euros, depende del modelo) y en el mundo hay más de cinco millones de aparatos, según el distribuidor, Ges Solutions.

Un portavoz de iRobot explica en un correo electrónico que la empresa obtuvo el año pasado 400 millones de dólares en ingresos y emplea a 600 personas. Gracias al aspirador, el 66% de los ingresos procedió del sector doméstico, que ha superado al militar.

El 18 de marzo, solo una semana después del terremoto, la empresa envió cuatro robots a Japón: dos Packbot 510 (para explorar el terreno) y dos del modelo Warrior 710 (capaces de levantar carga pesada). Iban equipados con sistemas para medir la radiación. Seis empleados de iRobot viajaron a Japón para instruir a los operarios de la eléctrica Tepco. Francia y Alemania, entre otros, habían ofrecido sus propios robots, algunos especialmente diseñados para entrar incluso a los reactores nucleares, donde la radiación es tan alta que daña los equipos electrónicos.

Los robots que han entrado a Fukushima son los PackBot, los mismos que el Ejército de EE UU envió a Afganistán en 2002 para inspeccionar cuevas y búnkeres en busca de bombas. Entraron primero en los edificios de los reactores 1 y 3, donde nadie ha pisado desde el terremoto-tsunami del 11 de marzo. No enviaron buenas noticias: la radiactividad en el reactor 1 osciló entre los 10 y los 49 milisievert a la hora; en el 3, entre 28 y 57. En el reactor 2 no pudieron ver nada porque la humedad, de más del 90%, empañó la cámara. La radiación medida ahí era menor, 4,1 milisievert a la hora.

Como la dosis máxima para un trabajador en Fukushima es de 250 milisievert en un año (nivel dos veces y media el de situaciones normales), cada operario no podría estar más de cinco horas en el edificio. De los aproximadamente 300 empleados que están en la planta, 28 no podrían estar ni ese tiempo, porque ya han pasado el límite de 100 milisievert. Además, hay subcontratas que rechazan las ofertas de Tepco para trabajar en Fukushima a pesar de los elevados salarios. Los robots no rechazan la tarea.