Escrito y producido por el equipo de SF: J. Hawk, Daniel Deiss, Edwin Watson

Traducido por el equipo de Sott.net en español.
venezuela oil
Venezuela tiene la dudosa suerte de estar ubicada en el continente sudamericano, al que Estados Unidos ha tratado bajo la llamada "Doctrina Monroe" como su zona exclusiva de influencia política, económica y militar. En términos prácticos, significaba que siempre que un gobierno latinoamericano aplicara una política contraria a las preferencias de Washington, estaría sujeto a medidas que iban desde sanciones económicas hasta una simple invasión militar.

América Latina se convirtió en uno de los muchos campos de batalla de la Guerra Fría cuando varios países trataron de salir de la sombra de Estados Unidos y alinearse con la URSS. Las represalias de Estados Unidos fueron duras e incluyeron el apoyo al brutal golpe militar en Chile, el entrenamiento de "escuadrones de la muerte" en Honduras y El Salvador, el apoyo a los llamados Contras en Nicaragua, por no mencionar la invasión de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles cubanos. Sin embargo, una vez terminada la Guerra Fría, se estableció una paz relativa en la región, siendo Cuba el único obstáculo contra el poder de Estados Unidos. Incluso la llegada al poder de los gobiernos marxistas suaves de la "ola rosa" en Venezuela y Bolivia no pareció molestar demasiado a Washington. Pero la actual escalada de la campaña de Estados Unidos contra Venezuela sugiere un resurgimiento del activismo estadounidense en la región.


"Dominio de la energía"

Hay que ir al grano y decir lo obvio: Venezuela no sólo es miembro de la OPEP, sino que también es un país con las mayores reservas de petróleo conocidas del mundo, que eclipsan a las de Arabia Saudita. No es una coincidencia que casi todos los países que han estado en la "lista negra" de Estados Unidos en la última década -Libia, Siria, Irán, Irak, Rusia y Venezuela- sean grandes productores de hidrocarburos. Dado que la economía mundial depende totalmente del suministro constante de hidrocarburos, el control político de EE.UU. sobre estos países significa un dominio sobre los principales competidores industriales de los Estados Unidos, a saber, la UE y China. También crea puestos de trabajo en Estados Unidos, una vez que las compañías petroleras estadounidenses establecen el control sobre los yacimientos petrolíferos del país. Como mínimo, si el esfuerzo por poner al país bajo el control indirecto de Estados Unidos fracasara, sumirlo en el caos eliminaría a un competidor de los productores nacionales de petróleo de Estados Unidos, que se encuentran en dificultades.

Vuelve la Doctrina Monroe

El momento de la escalada estadounidense ocurre poco después de la visita de los bombarderos estratégicos rusos Tu-160 a Venezuela, durante la cual algunos medios de comunicación discutieron la posibilidad de crear una base militar rusa en el país. Dado que Rusia ya ha establecido a través del ejemplo sirio que una vez que las tropas rusas llegan a un país es poco probable que se vayan, por muy grande que sea la presión de Estados Unidos, Washington puede haber decidido aumentar la presión con la esperanza de que no sólo Rusia, sino también su otro gran competidor, China, no se establezcan más firmemente en el país. Rosneft de Rusia ya tiene una presencia considerable en Venezuela, que ayuda a desarrollar su potencial petrolero, y China también ha realizado una serie de inversiones en el país, aunque su huella económica sigue siendo modesta. Además, la agresión de Estados Unidos contra Venezuela envía una señal a la cercana Nicaragua, también un país que se enfrenta a una creciente presión política de Estados Unidos, en contra de perseguir un proyecto de construcción de un canal que una los océanos Atlántico y Pacífico con el apoyo de China.

Hasta ahora, las acciones de EE.UU. consistieron en sanciones económicas y una aparente coordinación de los intentos de golpe de Estado por parte de elementos de las fuerzas militares y de seguridad venezolanas. Todavía es difícil entender qué se supone que debía representar el reconocimiento del gobierno de Trump de Juan Guaidó, el Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, como el "presidente interino" del país. Incluso para los estándares del actual equipo de política exterior de Trump, Pompeo y Bolton, el "reconocimiento" de un pretendiente a un cargo ejecutivo supremo que en realidad no ocupa no tiene precedentes. Ni siquiera en el caso de Siria, donde Estados Unidos ha estado mucho más directamente involucrado en el intento de derrocar a su gobierno legítimo, se reconoció a ningún líder de la oposición como el representante oficial del propio país. Por lo tanto, se puede concluir que el "reconocimiento" de Guaidó se suponía que seguiría al golpe militar que Guaidó probablemente prometió y Washington claramente esperaba. También es difícil decir si Guaidó sobreestimó el grado de su apoyo dentro del ejército o si mintió abiertamente a sus patrocinadores estadounidenses. De cualquier manera, la comunidad de inteligencia estadounidense ha fracasado una vez más en proporcionar una evaluación precisa de la situación dentro de un país, mientras los militares venezolanos cerraban filas en torno al Presidente Maduro.

Bahía de Cochinos 2

Así pues, los Estados Unidos se han metido a un callejón sin salida. No es sencillo echarse para atrás ante el reconocimiento de Guaidó, que además estaba coordinado con el grueso de los países de América Latina y con la Unión Europea (lo que también apunta a una conspiración más amplia, aunque fallida, para derrocar al gobierno de Venezuela). La continua presidencia de Maduro se ha convertido ahora en un desafío para el poder de Estados Unidos al menos tan grande como el de Assad. Por lo tanto, cabe esperar que se intensifiquen los esfuerzos de Estados Unidos para derrocar al gobierno de Venezuela, aunque queda por ver hasta dónde están dispuestos a llegar. Una invasión militar estadounidense parece poco probable en este momento. El esfuerzo más reciente ha sido en Panamá durante la administración de George H.W. Bush, un país mucho más pequeño y fácil de controlar. No hay evidencia de que los servicios de inteligencia estadounidenses estén entrenando a expatriados venezolanos como lo hicieron con la fuerza de invasión de la "Bahía de Cochinos" o de los contras nicaragüenses. Sin embargo, Venezuela tiene fronteras con dos países gobernados por políticos de extrema derecha estrechamente aliados a Estados Unidos, Brasil y Colombia. Tras el fracaso de las invasiones estadounidenses en Afganistán e Irak, y puesto que el ejército estadounidense está en proceso de equiparse para hacer frente a las grandes confrontaciones de poder, el modus operandi de Estados Unidos en los últimos años ha consistido en utilizar ejércitos subsidiarios. Éstos pueden adoptar la forma de actores no estatales financiados y armados por agencias de inteligencia estadounidenses o de Estados amigos, como en el caso de la invasión de Yemen por parte de Arabia Saudí. Uno podría fácilmente imaginar el modelo de Yemen usado contra Venezuela, pero esta vez con una coalición "liderada por Brasil" que haga el trabajo sucio de Washington.

¿Moneda de negociación?

Por último, pero no por ello menos importante, hay que considerar la posibilidad de que Venezuela sea tratada como una moneda de cambio en algún tipo de negociación con Rusia y/o China para delimitar las esferas de influencia de las grandes potencias. Esto marcaría un verdadero retorno a la política de compensaciones en la que el equilibrio de poder es preservado por las grandes potencias que ceden partes de sus imperios a otros a cambio de ganancias en otros lugares. Así, por ejemplo, Washington podría acercarse a Moscú y ofrecer un acuerdo de "Venezuela a cambio de Siria" o incluso "Venezuela a cambio de Ucrania". Aunque no está fuera del ámbito de lo posible, sigue siendo un curso de acción difícil de imaginar por dos razones. La primera es que hay poca conciencia de los límites del poder de EE.UU. en el propio Washington. La expectativa sigue siendo superar cualquier oposición por medio del poder. La segunda es que, incluso si se hiciera la oferta, probablemente no sería aceptada en Moscú. Aparte del coste para la imagen internacional de Rusia, los EE.UU. en este momento tienen muy poca credibilidad y confianza.
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