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© EfeVehículo incendiado por una turba de manifestantes que atacaron la sede de la gobernación de Puno.
La ciudad de Puno, al borde del lago Titicaca y cerca de la frontera con Bolivia, se mantiene aislada del resto del Perú por una protesta de indígenas aymaras contra un proyecto minero y durante la cual la noche del jueves hubo episodios aislados de violencia.

La medida además ha provocado el desabastecimiento para sus 120.000 habitantes y la imposibilidad de salir masivamente para centenares de turistas, que esperan el desbloqueo de las vías de acceso al aeropuerto de la ciudad.

Los hechos ocurren a pocos días de la segunda vuelta de la elección presidencial del 5 de junio, cuando unos 15.000 campesinos de origen aymara tomaron esta ciudad, 1.300 km al sureste de Lima, una zona turística de Perú, a orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, a 3.800 metros de altura, para protestar contra concesiones mineras en la región.

Los habitantes de esta región peruana, de mayoría aymara, bloquean la principal ruta entre Bolivia y Perú en rechazo al anuncio de que se instalará la minera canadiense Bear Creek para extraer plata, lo que ha generado la preocupación de que se contaminen las fuentes de agua.

La protesta se tornó violenta cuando unos 400 manifestantes atacaron con piedras y saquearon un local de la Controlaría (entidad que fiscaliza los gastos estatales) y otro de la Gobernación tras estancarse el diálogo entre una comisión gubernamental y los dirigentes locales. "Una turba ingresó al local de la Contraloría, sustrajo computadoras y documentos y los quemó", dijo el contralor general de la República, Fuad Khoury al denunciar los actos de violencia, que son los primeros que se registran en Puno en el contexto de la huelga.

Pese a la violencia no hubo enfrentamientos con la policía, indicó el general Wilmar Andía, jefe de la policía de Puno, quien confirmó las versiones del saqueo al local de la Contraloría y también de la Gobernación. Temprano en la mañana miles de campesinos que llegaron a la ciudad desde distintos puntos y que durmieron por segundo día consecutivo en un coliseo deportivo al sur de Puno, comenzaron a marchar hasta la Plaza de Armas arengando por el fin de la minería.

En las inmediaciones del puerto lacustre, grupos de turistas esperaban poder partir hacia las islas de los Uros, Taquile y Amantaní, pero los campesinos les impedían el acceso. "Nos dicen que podemos salir por unas vías alternas en la madrugada, pero luego viene alguien y nos señala que eso es peligroso; no sabemos bien qué hacer", dijo a la AFP Francisco Hernández, un colombiano de 25 años que llegó para ver el Titicaca y fue sorprendido por la huelga.

La protesta se inició hace más de dos semanas en la frontera pero se radicalizó el martes cuando los campesinos decidieron aislar a Puno, bloqueando sus accesos, con lo cual no se permite entrar o salir, comprobó la AFP. Carlos Canales, presidente de la Cámara Nacional de Turismo, señaló que la ciudad perdió 1,2 millones de dólares por día y que los daños se extienden también a Arequipa o Cusco porque "el norteamericano, el europeo generaliza, no tiene claridad sobre las zonas. Ve que en Perú hay problema y no viaja".

Hernán Cauna, dirigente de la protesta, dijo a la AFP que "nuestros pedidos no han variado".

Hasta ahora las negociaciones han fracasado.

"Nosotros vamos a defender nuestras tierras hasta las últimas consecuencias, a pesar de que el Estado nos presione sacando a sus Fuerzas Armadas y la Policía", dijo Cauna. En Lima el presidente Alan García dijo que "el diálogo primará finalmente pero tampoco se puede exigir que el gobierno acceda a todo lo que se le solicita a veces irracionalmente".