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La complicidad del gobierno de Estados Unidos con la transnacional Monsanto para engañar a los consumidores fue denunciada hoy aquí por activistas que alertan sobre la manipulación genética.

"Hay graves peligros para la salud humana que son silenciados por puro negocio y la Casa Blanca lo sabe", aseguró a Prensa Latina el investigador Jeffrey Smith, autor del libro "La ruleta genética".

La posibilidad de acabar, literalmente, con pelos en la lengua, es una poderosa razón para interesarse más por la pureza genética de lo que uno come, agregó este activista estadounidense.

Atacado por Monsanto por ser su azote mediático, Smith llegó a Hanoi para participar en un debate sobre seguridad alimentaria y la pertinencia de los organismos genéticamente modificados (OGM).

Sin embargo, Monsanto es un nombre maldito aquí mucho antes de conocerse sus manipulaciones genéticas y éticas, pues dicha empresa creó el Agente Naranja, la dioxina que mató o deformó a casi cinco millones de vietnamitas.

Por eso, aunque sus dos sílabas finales sugieran lo contrario, Monsanto es una industria que muchos consideran diabólica, pese a pintarse como la gran alternativa contra el hambre mundial.

Múltiples estudios científicos han demostrado que las semillas transgénicas, amen de proveer menos nutrientes, constituyen una amenaza para la salud humana, animal y vegetal.

Smith explica que Washington defiende esta modalidad bajo los presupuestos de que así aumentarán sus exportaciones y Estados Unidos conservará el dominio mundial sobre la alimentación.

Otra prueba de la componenda es que la persona designada por el presidente Barack Obama para regular la calidad de los alimentos es Mike Taylor, un antiguo ejecutivo de Monsanto, agrega Smith.

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De hecho, la entidad dirigida por Taylor aprobó la inclusión de OGM en los alimentos sin ningún tipo de advertencia, por ende, el consumidor ignora que puede tragarse un producto potencialmente peligroso.

Por eso desconfiamos del gobierno y llevamos nuestra lucha al mercado, creando conciencia sobre la necesidad de boicotear los productos con OGM, hasta desterrarlos de las comidas, precisó.

Hace una década, tras destaparse en Europa un escándalo sobre lácteos contaminados, el denominado viejo continente se movilizó contra los transgénicos y logró sacarlos de las lecherías.

Algo similar busca en Estados Unidos el Instituto de Tecnología Responsible, dirigido por Smith, encargado de desmentir los mitos sobre las bondades de los alimentos genéticamente modificados.

Entre los daños ocasionados por los OGM destacan los problemas de fertilidad, inmunodepresión, envejecimiento acelerado, fallas en la regulación de insulina y mutaciones en el sistema gastrointestinal.

Los propios científicos del gobierno alertaron sobre la peligrosidad de estos alimentos y exigieron estudios más profundos de seguridad, que por su elevado costo fueron obviados por Monsanto, revela Smith.

El más reciente escándalo involucra a la bacteria Bt (Bacillus thuringiensis), presente en un pesticida que Monsanto juró que era inocuo para el consumo humano, aunque la realidad ha sido otra.

En un hospital de Québec fue detectado Bt en la sangre de mujeres embarazadas y sus fetos, y en la India se reportan muertes masivas de ganado que pasta en campos regados con dicha toxina.

"Monsanto ha sido incapaz de refutar científicamente las acusaciones, por ello ataca a quienes descubren y revelan los problemas que ellos intentan tapar", concluyó Smith, quien se niega a ser cómplice del envenamiento global.