Sirvan las siguientes líneas como un manifiesto contra la insensatez de un humilde ciudadano español que no representa a nadie más que a sí mismo.
concierto
Hace ya más de un año que el nuevo coronavirus (SARS-Cov2) y la enfermedad COVID19 han venido a nuestras vidas para quedarse. Primero sería cosa de unas semanas, luego fueron meses y finalmente, habíamos vencido al virus. Pero no era real. Nada volvió a ser igual.

Con la excusa de esta pandemia se han cometido auténticas atrocidades y hemos normalizado cosas que nunca tendrían que haber ocurrido. Somos ya muchos los que estamos convencidos de que la situación que vivimos ha dejado de ser un problema únicamente sanitario. En nuestro país vivimos en un estado de alarma declarado cuanto menos de forma irregular; es obligatorio el uso de mascarilla de una forma irracional, incluso para pasear al aire libre en soledad; y nuestros gobernantes se han arrogado el derecho de intervenir en lo más sagrado de nuestra libertad, como lo que podemos hacer en nuestros domicilios, nuestra libre circulación por el territorio nacional o incluso nuestra libertad de expresión a la hora de utilizar redes sociales.

Yo pensaba que la sociedad disponía de unos contrapesos que podrían parar los pies a toda esta insensatez. Sin embargo, veo que no es así. Nadie se manifiesta. Ni las sociedades científicas, ni las organizaciones colegiales, ni el mundo de la cultura... Salvo excepciones, todos permanecen en un silencio cómplice y miedoso. Pero es hora de que seamos sinceros con nuestros conciudadanos.

Muchas de las medidas adoptadas carecen totalmente de un respaldo científico para evitar los contagios. Eso lo sabe cualquiera que haya dedicado un mínimo de tiempo a esta cuestión. Nadie puede sostener argumentalmente que un toque de queda o que el uso de mascarilla en soledad impide algún contagio. Eso es estulticia vestida de ciencia. Y los medios de comunicación convencionales no están a la altura porque se saben someter a quien les echa de comer.

No ha habido un debate científico serio en torno a la mayoría de cuestiones relevantes al respecto de esta situación sociosanitaria y he perdido toda esperanza de que lo haya algún día. Solo existe un «relato oficial» y a todo el que se atreve a discrepar se le silencia o se le ridiculiza con etiquetas despectivas.

Hemos sido tratado como niños desde el principio. Ahora la consigna es que nos vacunaremos todos y se solucionará para siempre el problema. Nos quitaremos la mascarilla y volveremos a lo de antes. Pero no podemos ser tan infantiles como para tener este pensamiento mágico. Nos gustan las narrativas sencillas pero hay que abrir los ojos y recuperar un poco de visión crítica. Hemos perdido demasiado pero todavía hay mucho en juego.

El futuro no se avecina tranquilo. Nunca he tenido tantas ganas de estar equivocado.