
Reportajes estremecedores, mostrar desgarradoras fotos de niños desnutridos, y repartir culpas (sequía, corrupción, guerra, especulación), forma parte del "arsenal de hipocresía" de la humanidad ...
Nos escandalizaremos, y con toda la razón, de que pueda estallar una hambruna en un planeta de 7.000 millones de habitantes en el que se producen alimentos suficientes para 12.000 millones. O de que ricos países petroleros o asiáticos compren en África enormes extensiones de terreno cultivable cuyo fruto no sirve para satisfacer las necesidades de las poblaciones autóctonas sino para cubrir las menos imperiosas de los inversores, con frecuencia ni siquiera de comida, sino de combustible. O de que la globalización convierta las materias primas en un producto tan volátil como las siniestramente famosas hipotecas subprime, sujetas como ellas a manipulaciones criminales en los mercados, con la consecuencia de disparatados aumentos de precios: entre el 50% y el 200% para el maíz, el sorgo o el trigo en Etiopía, Kenia o Somalia, los países más azotados por esta plaga.
Para hallar a los verdaderos culpables del desastre hay que mirar a este Primer Mundo, cuyos habitantes se estremecen hoy ante el espectáculo lejano y ajeno de los vientres hinchados de niños somalíes y cuyos gobernantes hacen posible un sistema brutalmente insolidario que, mientras parchea esta emergencia, ya sienta las bases para la siguiente.