El derrumbe de los mercados internacionales aceleró las presiones que el sector financiero impulsa desde el estallido de la crisis mundial en 2007 y que podría resumirse en cuatro palabras: ajustes sociales sin fin.

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© DesconocidoEl peso de la crisis siempre recae sobre los sectores más vulnerables...
Tras los masivos salvatajes de los bancos y aseguradoras en Estados Unidos en 2007-2009, que evitó el desencadenamiento inmediato de una Segunda Gran Depresión, Europa se sumó a esta línea en 2008, con la conocida consecuencia de un incremento descomunal de los déficits públicos de los Estados.

Los descalabros en Grecia, Irlanda y Portugal, y el temor siempre latente de que España corra la misma suerte, se debieron, justamente, a la crisis fiscal derivada del desequilibrio generado por el salvataje público del sector bancario privado.

Dos años después, el mundo desarrollado se ha encontrado, por primera vez, con la combinación de las crisis fiscales a ambos lados del Atlántico, con el agravante, poco destacado, de que detrás de aquellas se oculta el potencial estado de quiebra de entidades privadas.

El pánico desatado en las Bolsas durante toda esta semana siguió al precario acuerdo logrado por demócratas y republicanos en EEUU y, sobre todo, a los malos datos sobre la evolución de su economía, en particular la caída del consumo por primera vez desde 2009.

Más allá de los análisis de coyuntura, que refieren del desplome bursátil, de las materias primas y la volatilidad monetaria, al temor general a una segunda recesión, los hundimientos de las Bolsas en Europa ilustran mucho mejor sobre las causas más relevantes del fenómeno de la crisis.

La crisis de las deudas soberanas, en realidad, cobran la virulencia actual en los mercados por su directa relación con la cartera de los grandes bancos del Viejo Continente.

Ejemplo de esto es la pérdida de más del 10% de la Bolsa de Madrid durante los últimos cinco días y los agoreros pronósticos de que los mercados podrían caer hasta un 30% en las próximas semanas, una caída que los papeles de los bancos están sintiendo particularmente.

Y es que el aumento del riesgo-país en España e Italia disminuye día a día el valor de los títulos soberanos de esos países, encarecen el costo del endeudamiento de esos Estados y, punto clave, deteriora la cartera y la confiabilidad de los bancos que son detentadores de la gran masa de esos bonos.

En la medida en que el riesgo-país italiano desplazó ayer del primer lugar al de España, superando los 400 puntos básicos, y que ambos países deben pagar cada vez más por las colocaciones de sus emisiones de deuda, la situación de los bancos se hace cada vez más difícil.

De aquí que la gran banca y los Gobiernos de estas dos naciones, avalados por parte de la dirigencia de la Unión Europea (UE), estén presionando al Banco Central Europeo (BCE) y a Alemania.

En el caso del BCE, para que compre más bonos soberanos españoles e italianos en el mercado secundario de títulos públicos.

Y en el de Alemania para que su gobierno acceda a acelerar la ampliación del fondo de estabilización (rescate)decidida en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del pasado 21 de julio.

Pero la respuesta del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, ha sido categórica: esta semana el ente monetario compró bonos irlandeses, griegos y portugueses, de aquellos tres países que ya aplican duros planes de ajuste. Pero no de España e Italia.

¿Por qué actúa así Trichet? Como él mismo lo declaró el jueves, porque considera que el origen de esta crisis es el no cumplimiento del Pacto de Estabilidad Fiscal europeo y la "benevolencia" de la UE hacia los países periféricos.

Alemania, que se niega a ampliar el uso de fondos de rescate a pesar de haber aprobado esta política el 21 de julio, actúa en el mismo sentido y condiciona una mayor ayuda de la UE a la aplicación de mayor dureza fiscal y social.

Estas políticas de desmonte del "Estado del Bienestar" construído en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, es el camino que se exige. Y que, todo lo indica, Italia comenzará a transitar rápidamente con la aprobación de un paquete ortodoxo anunciado ayer por el primer ministro, Silvio Berlusconi.

La necesidad del ajuste es crucial desde el punto de vista de los bancos. Exige una transferencia de recursos del resto de la sociedad, vía modificaciones presupuestarias, para que el Estado mejore la posición de sus títulos y salve la cartera de los bancos privados.

Así lo expresaba ayer a Télam un importante economista español, que pidió no ser identificado, para quien hace falta equilibrar el mercado de trabajo "flexibilzándolo" para combatir el desempleo del 21%, así como "una reforma estructural de las cajas de ahorro, saneando al sector y, por último, equilibrar las cuentas fiscales de las comunidades autónomas".

Este discurso, que recuerda, letra por letra, a la política aplicada en América latina durante más de dos décadas, deja claro que los bancos se orientan a provocar modificaciones a su medida y que esto llevará, como ya se ve en España, a choques sociales.

Otro banquero español y reconocido economista apunta, también, a la "crisis de liquidez existente, lo cual obliga a tomar medidas valientes y contundentes en materia fiscal".

Este abordaje de la crisis en un país en el cual el déficit fiscal es apenas superior al 60% y en el cual la gran deuda es la que tienen los bancos y empresas privadas con el exterior, al menos debería llamar la atención.

La experiencia argentina es, al respecto, muy aleccionadora y debería ser tomada en cuenta por aquellos que se oponen a seguir una receta aplicada hasta el cansancio y fracasada en muchas oportunidades.