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© Especial / Vanguardia
El número de alemanes que utiliza drogas para mantener su ritmo laboral u obtener un ascenso se ha incrementado, aseguran psiquiatras. Cada vez más alemanes están recurriendo a las drogas para mantener el duro ritmo laboral o luchar por un puesto mejor, algo que tiene consecuencias fatales, según explicó a la prensa el doctor Claus Normann.

El director ejecutivo del departamento de Siquiatría y Sicoterapia de la uniclínica de Freiburgo afirmó que la tendencia a ese "doping cerebral" para aumentar el rendimiento y la concentración y mejorar las funciones cerebrales viene de Estados Unidos. El experto, añadió que, incluso empieza desde la misma universidad, donde al parecer hay sustancias que se consiguen sin dificultad alguna.

En Alemania no está tan extendido y se estima que lo utiliza entre el uno y dos por ciento de la población activa. Sin embargo, hay grupos de riesgo que lo utilizan por encima de ese porcentaje, como las personas con acceso a esas sustancias, es decir, del sector científico o médico.

También ellos están muchas veces bajo una presión equiparable a la de estudiantes que viven bajo un examen continuo. Pero es muy difícil que la gente reconozca que las toma. Por ello, el consumo "en negro" podría ser muy alto, consideró el experto. Esos medicamentos contienen modafilino, un principio activo neuroestimulante prescrito en principio para tratar determinados trastornos del sueño, como la narcolepsia o el exceso de sueño. La sustancia combate el cansancio y mantiene despierto al individuo, permitiendo trabajar más horas.

El ritalin, otro medio, mejora la concentración y la capacidad de pensar y en realidad está prescrito contra los trastornos relacionados con la hiperactividad y falta de atención. El gran peligro de estas sustancias, según Normann, es que no se conocen los efectos secundarios a largo plazo: los medicamentos están probados y permitidos para determinadas enfermedades, pero no en personas sanas, advirtió el experto.

En principio, el peligro de la adicción no es inminente porque las píldoras se consumen en determinadas situaciones y no continuamente, pero sí lo sería el de una dependencia física, haciendo que las personas tengan la sensación de que ya no son capaces de llevar a cabo acciones de lo más simple sin esas sustancias.

Pero para el experto, el mayor problema de consumir estas sustancias no son tanto las consecuencias físicas, sino una cuestión ética de naturaleza social: la justicia con la que se actúa en sociedad. Para él, no hay diferencia con el doping del deporte, cuyo rechazo está extendido y lo mismo debería ser en el trabajo y los estudios.

Algunos argumentan que esas sustancias están a disposición y que cualquiera tiene derecho de tomarlas. Sin embargo, Normann cree que esa libertad es un aspecto cuestionable y puso un ejemplo. Una sociedad invierte miles de millones en formar a un cirujano cerebral. Y si éste puede operar con mayor rapidez, puede eliminar más tumores, por lo que, si lo hay, debería tomar un medicamento que aumente su rendimiento y con ello, salvar más vidas.

Algo así se aplica en el Ejército estadunidense, donde se obliga a los pilotos en combate tomar modafinilo. Pero poner límites es muy difícil y en realidad a la sociedad le beneficiaría que cualquiera pudiera trabajar más y ser más productivo. Además, advirtió que si se invierten las normas y para estar a la altura de la competencia, que toma esas sustancias, hay que tomarlas también. Esa decisión deja de ser así voluntaria.

Para el especialista, tomar sustancias anabolizantes para el cuerpo no es lo mismo que dopar el cerebro: aún no se ha comprendido en su totalidad cómo funciona la memoria o el aprendizaje y con esas sustancias se ven afectadas funciones centrales del cerebro sin saber exactamente qué ocurrirá.

Además, hay otros motivos para oponerse al doping cerebral: quien consigue las cosas por esfuerzo propio se alegra más que quien lo hace por haber tomado esas sustancias porque según el médico, ello roba un poquito del desarrollo humano. Asimismo, quienes los consumen se adaptan a una sociedad centrada en el rendimiento sin reflexionar si es bueno trabajar tantas horas o reformar el sistema de estudios para que no sólo dependa del rendimiento o la rapidez.

Una vez en esa espiral, la gente no se plantea cuestiones fundamentales sobre las condiciones del mundo de trabajo moderno.

Hay otras sustancias como el café que tienen el mismo efecto y algunos lo consideran una especie de doping cerebral, pero es menos potente que el modafinilo y en mucha menor dosis. Sin embargo, alerta, la toma de pastillas de cafeína, por ejemplo, es también un tipo de doping cerebral.

El problema de esas sustancias es que privan del sueño que es muy importante para el cerebro, porque en esa etapa se consolida el conocimiento. El sueño no es un estado pasivo, sino que ocurre algo, dijo el experto: muchas cosas se reflexionan y se almacenan, de forma que al dormir menos, se aprende peor.

La receta: el hombre debe aceptar la dificultad del aprendizaje y el trabajo y aceptar sus propios límites, así como atribuirse los propios éxitos, por pequeños que sean. Algo, aseguró Normann, que funciona mejor que las píldoras.