Una carretera que se convirtió, literalmente, en un río de lodo y escombros, viviendas arrasadas por la presión de una avalancha y tres personas muertas. Todo esto sucedió el pasado 12 de noviembre en la vía que comunica a Bogotá con La Calera, municipio aledaño a la capital colombiana (24 km al nororiente). El invierno en Colombia ya no se trata de algo lejano y rural. Ahora también toca a las grandes ciudades.
El Gobierno de Colombia declaró el pasado 1 de noviembre la emergencia nacional a causa de las fuertes lluvias y el fenómeno de La Niña. Según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo ya van 268 muertos, 281 heridos, 765 municipios afectados a lo largo del territorio nacional y 61 personas desaparecidas.La temporada de fuertes lluvias irá hasta mediados de 2023, dice el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM).
En La Calera hay una vía que se extiende hasta su punto más alto poco más de seis kilómetros y que desde siempre ha sido utilizada por los ciclistas como ruta de entrenamiento. "Hace unos años, mientras arreglaron la vía, quitaron dos de los cinco desagües que teníamos. No entendimos la razón y ahora se ven los efectos. Los dos restantes no soportaron la cantidad de agua y el alcantarillado colapsó. Las imágenes son impactantes", le dijo a Sputnik Danilo Perdigón, habitante de la zona y líder de la junta de acción comunal de quienes viven en este paraje rural cercano a la ciudad.
Las fuertes precipitaciones generaron que grandes cantidades de tierra se deslizaran sobre la vía y destruyeran viviendas aledañas. "La empresa que tenía a cargo el mantenimiento vial puso mallas en puntos importantes, pero es absurdo tratar de frenar el poder de la montaña con algo similar a una red. Claro, puede que sirva para contener rocas, pero esta vez eso no fue suficiente", añade Perdigón.
Sputnik habló con un residente de la zona que perdió su hogar y quien prefirió no ser nombrado. "Salí a comprar pan unos metros arriba, cuando escuché un estruendo y vi que alud estaba destrozando mi casa como si esta estuviera hecha con palillos de madera. Por fortuna mis hijos tampoco estaban".
Ese 12 de noviembre, Ángela Peñarete, una mujer de 29 años, bajaba hacia Bogotá cuando, por el fuerte aguacero, su moto dejó de funcionar. Peñarete se bajó, se ubicó a un costado de la vía con tan mala suerte que segundos después un raudal la arrastró varios metros abajo. "Intentamos hacer una cadena humana, pero cuando la sacamos ya se había ahogado. La quebrada Morací se hizo una cascada de palos, madera y escombros", le confirmó otro lugareño a Sputnik.
Perdigón cree que, si bien el invierno es inclemente y es complicado controlar el caudal de las quebradas aledañas, hay acciones que podrían disminuir el riesgo para que la tragedia no vuelva a pasar, como por ejemplo tumbar una serie de árboles que hay a lo largo del trayecto, que ponen en peligro no solo a los transeúntes, sino a los vehículos que transitan.
"Hay pinos y acacias a las que se les ven las raíces, que están levantadas y que en cualquier momento se pueden venir abajo. Era para que hace mucho tiempo la CAR [Corporación Autónoma Regional] hubiera dado la autorización para tumbar esos árboles. Eso puede generar otra tragedia", explicó.
Un llamado a la acción de las autoridades
El 12 de noviembre, cuando se desgarró el aguacero, Danilo Perdigón no estaba en su casa. Vió lo que estaba sucediendo en la vía a La Calera por redes sociales y grupos de Whatsapp." Eso sí, cuando por fin pude llegar a mi hogar, luego de dar una vuelta por detrás de la montaña y por una vía con poca iluminación, la encontré llena de barro. El agua subió mucho".
Cuatro días después, este líder comunitario hizo un recorrido por la zona veredal y encontró dos puentes pequeños con grietas, uno más con fisuras en su estructura y dos grandes a punto de colapsar, carreteras por las que campesinos se movilizan, incluso sacan sus productos hasta la vía principal para comercializarlos.
"Si las autoridades no ven más a fondo el problema esto se va a repetir. Estuvo muy bien que la Alcaldía de Bogotá haya puesto todo su esfuerzo para despejar la carretera principal en un trabajo que fue a contrarreloj, pero más allá de eso hay que mirar las áreas en las que empieza el problema, adentro en la montaña. Allí es donde hay que trabajar en mirar planes de contención", agrega Perdigón.Desde entonces han sido dos semanas de lluvias intensas en las tardes, de soles calcinantes en las mañanas y precipitaciones hasta altas horas de la noche. Los bosques de los cerros orientales de la capital colombiana no pueden contener el agua y hasta uno de los barrios más lujosos de la ciudad también se inundó.
"Hace poco me encontré con funcionarios de la Agencia Nacional de Infraestructura, por pura casualidad, y me dijeron que estaban haciendo un recorrido en los puntos críticos de la montaña y vías veredales para analizar la situación. Es importante saber por qué, en su momento, se sellaron varias alcantarillas sabiendo que eran el mecanismo perfecto para evacuar el agua. Veremos qué responden", concluye Perdigón.
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