Cada vez más expertos en inversión declaran que hay una burbuja del oro: un activo demencialmente sobrevaluado y, como se demostró el viernes, cuyo precio puede desmoronarse en cualquier momento.

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No hay fundamentos para tal afirmación. Y comprender por qué puede ayudar a esclarecer la mente de un inversionista acerca de mercados frenéticos.

Ciertamente, el oro parece caro. Aunque su precio se desplomó el viernes a US$1.630 por onza, el oro no está demasiado lejos de su récord de US$1.912, registrado el 6 de septiembre (no ajustado a la inflación).

El oro ha subido más de 40% en el último año, en gran parte debido a temores de que el papel moneda, como el dólar, no conserve su valor.

Pero eso no significa que está sobrevaluado. A diferencia de los bonos, que proveen ingresos por intereses, y las acciones, que producen dividendos y crecimiento de ganancias, el oro no genera flujos de caja. Como me dijo hace poco John C. Bogle, fundador de los fondos Vanguard, el oro "no tiene una tasa interna de retorno". Por ende, no hay una manera confiable de saber cuánto vale.

Por ello, la gente que dice que el oro está en una burbuja bien podría estar en lo cierto. Pero las personas que creen que el oro enfila hacia US$2.500, US$5.000 o US$10.000 también podrían tener razón.

La gente a ambos lados del debate sería más sincera si admitiera que sólo están adivinando cuánto vale el oro. Sin barómetros como relaciones precio/ganancia o rendimientos de bonos como referentes de valor, determinar si el metal precioso está barato o caro es como tratar de resolver un cubo de Rubik con los ojos vendados.

Décadas atrás, el legendario analista de inversiones Benjamin Graham señaló que no existe la "buena" acción; toda compañía es buena a un precio (cuando su acción está barata) y mala a un valor mayor (cuando su título está demasiado caro).

Hay un aspecto de la inversión en el oro en que es posible hacer cálculos racionales de valor: las acciones de las compañías mineras. Y, según parangones históricos, parecen baratas, de acuerdo no a pronósticos subjetivos de un apocalipsis fiscal continuo, sino mediciones objetivas de tasación de bolsa.

Varias grandes mineras - entre ellas, Barrick Gold y Newmont Mining - han cotizado a alrededor de 14 veces sus ganancias en los últimos cuatro trimestres, prácticamente igualando las 14,5 veces de ganancias del índice Standard & Poor's 500.

Aun así, rara vez o nunca antes las mineras han sido más rentables, y deberían de poder generar altos retornos siempre que el oro se mantenga por sobre US$1.500 o US$1.600, señala John Hathaway, gerente de Tocqueville Gold Fund.

Las acciones de empresas auríferas no son una inversión de bajo riesgo; como el propio metal, uno puede perder hasta la camisa con ellas, especialmente si busca enriquecerse rápidamente. Y la minería de oro ha sido el clásico sector que va del auge al colapso, con dinero despilfarrado en adquisiciones y malas inversiones en los años de vacas gordas y de letargo en los años de vacas flacas.

"La industria ha hecho cosas terribles, necias", dice John Tumazos, analista de metales independiente del estado de Nueva Jersey.

Aun así, Tumazos y otros dicen que la nueva generación de gerentes tiene un récord más limpio y es probable que logre un aumento en los dividendos. Como dice Caesar Bryan, gerente de Gamco Gold Fund: "Creemos que devolverán capital a los inversionistas en vez de tomarlo de ellos, algo para lo que han demostrado ser buenos".

Por supuesto, si el oro retrocede a US$900, estas acciones caerán. Pero si el metal precioso se mantiene estable o sigue subiendo de precio, los títulos auríferos también podrían valer oro.