Traducido por el equipo de SOTT.netEl G7 y la OTAN están diseñados para asegurar la hegemonía occidental. ¿Cómo se adaptarán a su fin?

© Sezer Ozger/Getty ImagesBandera de la OTAN
Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta actualmente la comunidad mundial de naciones en relación con el fin de la hegemonía occidental es el
riesgo concurrente de colapso de todo el marco de cooperación internacional: tanto en términos de aplicación práctica como de sus fundamentos conceptuales. Sin embargo,
esto también podría suponer una oportunidad para que el resto del mundo, incluida Rusia, desarrolle nuevas instituciones y marcos en las próximas décadas, que podrían
parecerse poco a los actuales. Es probable que esto sea necesario, ya que el actual sistema de instituciones, normas y valores que ha surgido en los últimos siglos se ha construido en torno al dominio de un grupo selecto de Estados, y está diseñado fundamentalmente para servir a los intereses de ese grupo. Por lo tanto,
no sería factible reproducir las prácticas existentes.
Sin embargo, es posible que las nuevas prácticas no puedan alcanzar el mismo nivel de éxito, simplemente debido a los principios fundamentales que están arraigados en ellas desde el principio.
A nivel práctico, esto implica que
los países no pertenecientes al "Occidente colectivo" no podrán reproducir, en sus relaciones interestatales, las prácticas establecidas para coordinar los esfuerzos de Estados Unidos y Europa en la represión del resto del mundo.
Entre las organizaciones internacionales más exitosas de los tiempos modernos destacan el G7, la OTAN y la Unión Europea. Sin embargo, estas organizaciones son muy específicas en sus objetivos y estructura interna, y pretenden salvaguardar los derechos especiales de los países miembros en sus relaciones con otras naciones. Por este motivo, varios países exsoviéticos más pequeños solicitan su adhesión, y Turquía sigue siendo miembro de la OTAN.
En una comunidad de este tipo, incluso el actor más pequeño recibe beneficios inalcanzables para cualquier potencia que actúe en solitario.El principio fundamental que subyace al éxito de este tipo de organizaciones también está relacionado con esto:
todas sirven como instrumentos para la distribución organizada de diversos beneficios públicos. En la OTAN, estos beneficios incluyen la seguridad comparativa, mientras que la Unión Europea proporciona ventajas económicas.
El G7, por su parte, se estableció como la máxima autoridad para coordinar las políticas occidentales en las relaciones con otros países.
Además, tras la Segunda Guerra Mundial, las instituciones y los sistemas políticos del mundo occidental experimentaron una importante transición. Anteriormente, durante el periodo del colonialismo europeo, sus alianzas estaban compuestas por miembros iguales y, por tanto, solían ser inestables. Ahora, una característica notable de las instituciones occidentales es
la presencia de una jerarquía estricta y una estructura vertical de poder, organizada según la línea de "líder y seguidores". De hecho, esta estructura ha permitido a Occidente funcionar como una entidad cohesionada y le ha permitido hasta ahora mantener su posición privilegiada en relación con otras naciones.
Sin embargo, es importante señalar que el establecimiento de este sistema jerárquico, con Estados Unidos en su cúspide,
fue el resultado de las dos guerras mundiales del siglo XX. Durante estos conflictos mundiales,
la soberanía de potencias económicas sustanciales como Alemania y Japón se vio completamente socavada.El resto de las principales naciones occidentales también ha perdido la capacidad de determinar independientemente su política exterior y de defensa. Este es, de hecho,
el secreto de la cooperación pacífica entre los países de la alianza occidental:
todos menos uno están privados de la capacidad de actuar de forma revolucionaria.
Podemos afirmar con certeza que grupos como los
BRICS y, a escala regional,
la Organización de Cooperación de Shanghái,
no pueden reproducir el modelo que tanto éxito ha dado al mundo occidental.
En primer lugar, los objetivos de sus miembros no son explotar al resto de la humanidad. En consecuencia, el nivel de coordinación de las políticas nacionales tampoco puede alcanzar un grado tan elevado. Simplemente porque, al participar en los BRICS, por ejemplo, los países no abordan las cuestiones más fundamentales de la supervivencia ni alcanzan los objetivos de desarrollo. En otras palabras, todo lo que Occidente crea va dirigido contra el resto del mundo, y no hay excepciones.
Los que ahora se oponen a Occidente, ya sea mediante la confrontación como Rusia o mediante la búsqueda de alternativas más blandas como India y los países árabes,
no orientan inicialmente sus políticas hacia la lucha contra toda la humanidad. Por lo tanto, les resultará difícil crear una forma alternativa de cooperación institucional.
En segundo lugar, la estructura organizativa de las nuevas alianzas de países del Sur Global
no puede basarse en un modelo de "líder único". Así, grandes países como Rusia, China e incluso India no se han unido al bloque occidental porque, debido a sus diferencias estructurales, no pueden aceptar la autoridad incuestionable de otra gran potencia para satisfacer todas sus demandas, como hace Europa Occidental con Estados Unidos.
Ahora, el Sur Global trata de establecer sus propias instituciones pero, por razones objetivas, aún le queda mucho camino por recorrer para entender cómo pueden funcionar estas instituciones sin replicar los modelos occidentales. Esto se aplica incluso a ámbitos de cooperación más específicos, que en Occidente están estrictamente regulados de acuerdo con jerarquías de poder internas.
Sin embargo, el aspecto teórico de la cuestión es igualmente interesante. En este sentido, incluso el propio concepto de "orden internacional" puede resultar controvertido e incluso inaceptable en algunos aspectos en el futuro.
El hecho es que todo el marco conceptual que nos permite debatir la política internacional de forma relativamente coherente, se desarrolló en condiciones específicas inherentes a los acontecimientos mundiales de los últimos quinientos años. Esto implica que actualmente no podemos determinar hasta qué punto los conceptos conocidos de la realidad internacional serán relevantes en las próximas décadas.
Por ejemplo, el
"orden de Westfalia" es un concepto que surgió como resultado de la resolución jurídica de un conflicto intraeuropeo entre mediados del siglo XVI y mediados del XVII, con escasa relevancia para el resto del mundo. Sin embargo, debido al dominio de las potencias occidentales, este orden (como mecanismo para las relaciones interestatales)
se ha extendido desde entonces por todo el planeta.
En esencia, el sistema actual ha sido impuesto a otros países. Un ejemplo notable es China, que se "conectó" al sistema de Westfalia a través de la agresión militar de las potencias europeas a principios del siglo XIX. Esto podría llevar a una situación en la que las palabras utilizadas por los líderes políticos y los académicos carezcan de sentido.
Una cuestión importante para el futuro es
cómo se integrarán los países occidentales en el nuevo orden internacional. La presencia de grandes arsenales de armas nucleares en algunos Estados no garantiza que EE.UU. y Europa Occidental no sean derrotados militarmente, como ha ocurrido en el pasado con los imperios. Por el contrario, seguirán existiendo de alguna forma, y todos los países del mundo deberán encontrar la forma de acomodar a Occidente como miembro de pleno derecho de la comunidad mundial de naciones soberanas.
En este sentido,
EE.UU. puede tener más posibilidades debido a su autosuficiencia en términos de recursos básicos. Sin embargo, el principal obstáculo para la cooperación estadounidense y un comportamiento más adecuado es
la falta de esfuerzos convincentes por parte de Rusia, China, India y otros países para limitar los privilegios occidentales.
Para resumir nuestro análisis preliminar, podemos afirmar que convencer gradualmente al mundo occidental de que sus recursos son finitos será mucho más fácil que establecer nuevos modelos de colaboración para quienes actualmente consideran insatisfactorio el dominio de EE.UU. y Europa Occidental. Sin embargo, si se produce (o, más bien, cuando se produzca) una evolución de este tipo, brindará la oportunidad de avanzar significativamente hacia modos más civilizados de interacción internacional.
Esto, naturalmente, no puede sino infundir cierto optimismo en estos momentos.
Comentario: Algunos podrían calificar ese "optimismo" de "oro para los tontos" en relación con el futuro próximo. De todas formas, el mundo se está polarizando en dos sistemas diferentes: abierto o cerrado.