Traducido por el equipo de SOTT.netCada vez es más evidente un cambio radical en el estado de ánimo de la población. ¿Es un tsunami en ciernes?El domingo 29 de diciembre de 2024,
Croacia celebró elecciones presidenciales. El actual presidente,
Zoran Milanović, ganó la primera vuelta por un amplio margen frente al candidato proglobalista
Dragan Primorac. Primorac contaba con el firme respaldo del partido gobernante, la Unión Democrática Croata, dirigido por el primer ministro
Andrej Plenković, que ha sido un fiel partidario de las políticas de la OTAN, EE.UU., Reino Unido y la UE. Al ganar la Presidencia, el partido gobernante se habría hecho con todas las instituciones clave de gobierno de Croacia.
© Alex Krainer's Substack
Gana (otro) títere de PutinPara empujar a su candidato por encima de la línea, la clase dirigente y los medios de comunicación demonizaron sin descanso al presidente Milanović como títere de Putin y prorruso debido a su negativa a involucrar a las tropas croatas en las excelentes aventuras de la OTAN en Ucrania. Pues bien, su astuto plan fracasó estrepitosamente y el títere de Putin obtuvo casi el 50% del voto popular frente a menos del 20% del aspirante a la libertad y la democracia. Es lo más parecido a una victoria aplastante en la política croata.
Parece que, no sólo no hay apetito por el Imperio y sus desventuras militares, sino que bajo la superficie, el estado de ánimo hacia Rusia está cambiando, y cambiando a lo grande.
¿Ballet o twerking?La víspera de Navidad, el teatro La Scala de Milán ofreció
la representación del ballet Cascanueces de Peter Ilich Chaikovski. No parece algo excepcional: el ballet es una obra maestra y la música figura entre las más famosas y bellas de nuestro patrimonio cultural.
© Alex Krainer's Substack
Pero
hace apenas tres años, todo el mundo en Europa se desvivía por cancelar todo lo ruso, incluidas las representaciones de la música de Chaikovski y los cursos universitarios de literatura rusa. La semana pasada, la Scala no sólo presentó el ballet de Chaikovski, sino que lo hizo basándose en la coreografía de
Rudolf Nureyev e invitó a un director ruso,
Valery Ovsyanikov, del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, para dirigir la orquesta.
Además, la televisión nacional italiana retransmitió toda la representación.
No soy aficionado al ballet, pero la producción de La Scala fue tan hermosa que acabé viéndola entera. La música, la escena, la costimografía y la música eran un festín para los ojos y me quedé pegado al televisor durante la mitad de la representación (por lo demás, ya nunca veo la tele).
Fue un contraste saludable con el twerking y otros espectáculos lascivos como las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de París, el tipo de veneno cultural desmoralizador que hemos llegado a esperar en Occidente.¿Se acumulan las contracorrientes?No pude evitar preguntarme si no había algo intencionado en la elección de la producción y los artistas de La Scala para esta Navidad: un rechazo deliberado y explícito de la taimada cultura basura occidental, así como de la forzada y descerebrada hostilidad contra Rusia. Si es así, parece que las mismas contracorrientes culturales se están apoderando de muchas naciones, como han demostrado las recientes elecciones en Estados Unidos, Eslovaquia, Rumanía, Georgia, Hungría, Francia, Alemania, Croacia y Moldavia (sí, también Moldavia).
Es posible que, a pesar del estruendo de los tambores de guerra en los principales medios de comunicación y entre nuestra clase política, bajo la superficie se estén aglutinando corrientes muy diferentes. Es posible que estas corrientes sigan ganando fuerza; es lo que a nuestros dirigentes les gusta calificar de influencia maligna de Rusia. Lo más probable es que la gente de a pie se haya cansado de las mentiras, el odio, la hostilidad y las guerras, así como de la comida basura intelectual y cultural que se ha convertido en el alimento básico omnipresente en las naciones occidentales. Es una señal esperanzadora, porque la escalada de las guerras podría resultar difícil para el establecimiento imperial. ¿Y si la paz empieza a estallar por todas partes en 2025? Es una idea por la que merece la pena rezar y luchar.
Este artículo
se publicó originalmente en I-System TrendCompass el 31 de diciembre de 2024.
Comentarios del Lector
a nuestro Boletín