A contrasentido de lo que millones de mexicanos piensan o perciben casi al unísono, podría asegurar que Enrique Peña Nieto, a pesar de sí mismo, es un genio. Bueno tal vez él no, pero sí sus estrategas, que son todo menos unos improvisados. Cuando el presidente terminó de dirigir su mensaje a la Nación la noche del pasado 5 de enero había logrado el objetivo deseado; uno de los primeros
tweets en reacción instantánea a la parte más agraviante de ese mensaje lo confirmaría: -"¿Qué hubieran hecho ustedes?"... -¿Pero quién diablos le hace sus discursos?", preguntó indignada una usuaria de redes sociales y a quien me atrevo a responder que
seguramente se trata de un despacho muy ligado a las empresas petroleras cuyos intereses defiende Peña Nieto.
Enrique Peña Nieto, el perfecto instrumento de distracción
La zanahoria estaba puesta en el granero y todos cayeron en el garlito. Miles de cibernautas convirtieron esa pregunta -aparentemente torpe e insensible- en una tendencia viral, y uno a uno en cascada fueron cayendo, lo mismo intelectuales orgánicos que analistas independientes, lo mismo diputados y senadores que aguerridos ciudadanos apartidistas, líderes opositores (morales y amorales, pactistas y no pactistas) y hasta representantes de cámaras empresariales colocados en el lugar donde los furtivos estrategas del presidente los querían tener.
Había que decir una desfachatada estupidez lo suficientemente llamativa y distractora como para tener a toda la inteligencia crítica de este país concentrada en dar respuesta a la provocadora y calculada pregunta del presidente
y así blindar eficazmente el conjunto articulado de mentiras con las que justificó la agresión a sus gobernados.
Comentario: Un político occidental con sentido común que se suma a las voces de cooperación multipolar. Esperemos que estos aires de cambio se mantengan en Occidente.