Hace aproximadamente 150000 años nos "recibimos" de Sapiens Sapiens en la Sabana Africana. Difícilmente hayamos obtenido algún diploma, pero lo que sí conseguimos, y aún mantenemos, es un Kit de herramientas para asegurar nuestra supervivencia. Algunas fueron novedosas y revolucionarias, como nuestros LPF (lóbulos prefrontales), mientras que otras resultaron eficientes, como nuestra respuesta al estrés. Este mecanismo que compartimos con el resto de los seres vivos, indispensable para que pasemos a la acción y nos mantengamos con vida, puede ser nuestro mejor aliado ó nuestro peor enemigo.
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Las respuestas al estrés, comandadas por nuestro sistema emocional, están diseñadas para resolver los problemas que teníamos cuando nos "recibimos" hace 150 milenios. En esos tiempos el pelear, huir ó paralizarnos solucionábamos la mayoría de nuestros problemas. El mundo era natural y previsible, los peligros identificables por nuestros sentidos y la cantidad de eventos estresantes era mínima, al menos comparada con la vorágine de eventos de hoy en día. Los sapiens sapiens hemos creado una nueva versión del mundo, al que llamamos mundo civilizado. En este mundo artificial, las antiguas respuestas al estrés con las que venimos biológicamente preparados suelen ponernos en problemas. Atacar o huir de un predador es muy útil, práctico y nos ayuda a mantenernos con vida, pero atacar a un jefe o huir de las deudas no es lo más aconsejable.

Esto da lugar a un gran conflicto interior, que puede resultar agotador. Hay una respuesta automática de nuestro sistema emocional que nos comanda a la acción y hay otra respuesta de nuestros LPF que inhiben la acción, dejando al cuerpo listo para algo que no puede hacer, como por ejemplo pegarle al jefe, incendiar la tarjeta, o tirarse arriba de ese humano tan lindo que parece cumplir con todos mis requisitos reproductivos.
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La paciencia no es una virtud de nuestras redes emocionales. Veloces, ingenuas y reactivas, ellas quieren tomar el control total de nuestra nave y hacernos andar por el mundo de forma básica, sencilla y primitiva, tal como lo aprendieron gracias a millones de años de evolución. En su atropello, suelen cometer muchos errores y pueden meternos en situaciones que no tienen cabida en este mundo moderno. Continuamente nuestro sistema de los LPF debe intervenir para prevenir metidas de pata ordenando clavar los frenos o pegar volantazos para evitar desastres, cosa que resulta agotadora. Cuanto más alto es el nivel de conflicto interno, más importante será el gasto de energía resultante. Cuanta menos energía hay disponible más se activan las respuestas al estrés y más emocionales nos ponemos, entrando en un círculo vicioso que puede terminar haciéndonos sentir irritados y agotados aunque aparentemente no hayamos hecho nada.

Si bajamos el nivel de irritabilidad de nuestro sistema emocional, el círculo vicioso se rompe y nuestras respuestas al estrés vuelven a parámetros saludables. Después de todo, el estrés es un gran aliado, siempre y cuando no pasemos a las fases de agotamiento. La cuota justa de estrés, mayormente presente en las fases iniciales del mismo, a la que también llamamos estrés Agudo, es sumamente beneficiosa ya que de la mano de la adrenalina nos provee de la cuota justa y necesaria de energía para darnos esa sensación de "yo puedo".

Trabajar sobre nuestro sistema emocional es la clave para poder beneficiarnos del estrés. Dentro del Kit de egresados que recibimos hace 7500 generaciones (con el diploma de sapiens sapiens) había una valiosísima herramienta: la auto observación. Esa capacidad única que tenemos los humanos de poder usar nuestros LPF y dar vuelta nuestra consciencia para mirarnos a nosotros mismos, observar lo que nos está pasando, saber qué sabemos (sapiens sapiens), para poder hacer algo al respecto. Nuestro sistema emocional no está muy contento con esta nueva parte del Kit. Soltar el control no es algo que nuestras redes instintivas-emocionales hagan de buena gana, ya que va en contra su naturaleza.

Esta imagen que adjuntamos define muy bien lo que le suele pasar a nuestro sistema emocional cuando queremos calmarlo, ya que su comportamiento es muchas veces comparable al de un niño a la hora de bañarse. Cuando a un niño que está entretenido en sus asuntos le decimos que es hora del baño, la respuesta más probable que recibiremos es "¡No quiero!", a lo que insistiremos, negociaremos y probablemente terminemos forzando a que suceda. Una vez en el agua, después de los refunfuñes y pataletas y al cabo de cierto tiempo, llegará el momento de terminar el baño. Y cuando les decimos que es hora de salir del agua ¿qué es lo más probable que digan?... ¡No quiero!
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Dentro de nuestro sistema nervioso autónomo tenemos dos opciones de funcionamiento: el sistema nervioso simpático, que interviene en nuestras respuestas al estrés, sacándonos de la homeostasis (estado de relativo equilibrio en nuestros parámetros fisiológicos) y el sistema nervioso parasimpático, que es lo opuesto al simpático, llevándonos de vuelta a la homeostasis. Una de las funciones principales de nuestro cerebro es la de hacernos ahorrar la tan preciada energía, fundamental para todos nuestros procesos y vitalidad. Nuestro sistema emocional quiere volver a la calma homeostática, pero cuando está excesivamente estresado entiende que no es momento de hacer tal cosa ya que debe ocuparse de que sobrevivamos a toda costa. Cuando, por medio de actividades relajantes, finalmente entiende que puede calmarse, lo hace con muy buen gusto, soltando la resistencia inicial, estableciéndonos en nuestro funcionamiento parasimpático, facilitando el correcto funcionamiento de nuestras facultades superiores y despejando el campo de acción para aplicar nuestros Valores Humanos.

No hay que hacer mucho para pasar del modo "simpático" (llamado así aunque en realidad sea bastante "antipático", dado que es el que excesivamente activado nos lleva a niveles insalubres de estrés), al modo parasimpático. Tenemos esa capacidad naturalmente, sólo que a veces nuestra mente está un poco pasada de revoluciones y se interpone en el camino complicando el proceso innato mediante el cual tendemos a buscar volver a la homeostasis.
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Las técnicas de relajación, la respiración consciente, la meditación, el deporte, las compañías agradables, la naturaleza, el humor, la risa, la práctica de hobbies, la música correcta, la alimentación liviana, los hábitos alimenticios saludables, la incorporación de conocimientos pro valores humanos, la acción desinteresada, son todas herramientas que nos ayudan a nivelar el estado emocional en nuestra UCCM (Unidad Cuerpo Cerebro Mente) con niveles bajos de estrés, óptimos para vivir plenamente nuestras emociones. La armonía interior nos generará cuotas altas de energía, convirtiendo los problemas en desafíos, disfrutando de crecer como seres humanos, aportando positividad, enriqueciendo nuestra sociedad y mejorando el mundo en el que vivimos y dejaremos a las generaciones futuras.