Legalizar las drogas es un debate que resulta aún muy controversial en un país como México, de profundas raíces conservadoras que se reflejan en el juicio descalificador de los consumidores de sustancias. La extensa legión de los defensores de la pureza y la bondad se escandalizan pensando que hacer legal, por lo menos la marihuana, ocasionará un aumento en el consumo.

Ver en la descriminalización de los consumidores un riesgo para la paz social es la manifestación de un prejuicio terrible, que sólo sirve para marginar a quienes viven con una adicción.
Hay muy poca compasión por los adictos y la única solución social que se ha inventado para contenerlos es encarcelarlos, señalarlos, rechazarlos y ponerlos en el mismo cajón de los asesinos, secuestradores y traficantes de drogas.

El doctor Gabor Maté ha escrito varios libros para entender el problema de las adicciones desde una perspectiva integrativa. Con una amplia base de investigación, Maté enfatiza que criminalizar las adicciones sólo sirve para retraumatizar a los ya de por sí traumatizados consumidores, sin considerar su historia de vida, familiar y social.

Por trauma, el Dr. Maté se refiere al monto de sufrimiento temprano que estas personas han vivido y que se manifiesta en un vacío gigantesco, en un hambre imposible de saciar, en la sensación de que nunca nada será suficiente, en la tendencia a buscar gratificación afuera y no adentro.
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La adicción es una solución fallida para mitigar el dolor. La cocaína adormece las terminaciones nerviosas; el alcohol, la marihuana y los opiáceos funcionan como analgésicos para el dolor espiritual. Las metanfetaminas compensan el sufrimiento emocional, produciendo la sensación de vitalidad y excitación.

En su autobiografía, Keith Richards describió la razón de su adicción a la heroína : "No ser uno mismo por unas cuantas horas". La gente con problemas de adicción sufre viviendo dentro de su propia piel.

Las sustancias que consumen sirven para escapar del momento presente y son un alivio temporal del dolor. Qué tan profundo sea el problema dependerá del grado de trauma que cada persona haya experimentado: violencia sexual, psicológica, rechazo, abandonos varios.

La sociedad y la gran mayoría de los médicos niegan el trauma, haciéndolo a un lado cuando abordan el tema de las adicciones. Señalar y condenar al consumidor, sin pensar que está sufriendo, hace imposible construir un entorno de empatía y compasión.

Quienes no consumen, piensan que son superiores que los que sí consumen. El juicio, la vergüenza y la persecución agravan el problema que, independientemente de la sustancia específica de consumo, se desprende del mismo circuito cerebral, así se trate de una adicción respetable como el trabajo o los deportes de alto rendimiento.

Maté sostiene que todos hemos sufrido, aún cuando queramos pensar que no, y aceptar que hemos vivido experiencias dolorosas es una parte importante del autoconocimiento. Un niño que no puede hablar con nadie de lo que vive se siente lastimado, ansioso, triste, solo, con padres poco dispuestos a escuchar. Crecer así atrofió su capacidad de sentir emociones y recurrió a las drogas para resolver su indiferencia afectiva. Esto es un ejemplo muy común de sufrimiento, que podría explicar el consumo de algunas personas.

Para enfrentar el problema de las adicciones de un modo más integral, son necesarios testigos compasivos, que escuchen, validen y apoyen a quienes consumen, como uno de los primeros pasos para salir del infierno de la adicción.

Es necesaria más empatía y amor hacía los niños mientras están creciendo, como prevención de las adicciones, y es importante entender y abordar este problema de modo integral y no limitarse a un esquema tan pobre como castigar a quienes están buscando una solución a su sufrimiento.