El clima y las civilizaciones siempre han ido de la mano. De una forma u otra las condiciones climatológicas han condicionado nuestra forma de vida. Por ejemplo, fue un estrés climático lo que estimuló las innovaciones y facilitó la transición de la prehistoria a la historia. La revolución neolítica , el inicio de la agricultura, tan sólo fue posible con el paso de un ambiente frío y seco a un ambiente cálido y húmedo.

El rumbo del imperio - Destrucción, óleo sobre tela, 1836, Thomas Cole.
De forma paralela, el declive de las grandes civilizaciones ha estado vinculado en muchas ocasiones a cambios climáticos extremos, desde sequías hasta glaciaciones, pasando por inesperadas inundaciones o erupciones volcánicas. Todos estos desastres naturales afectan al abastecimiento del agua y a la economía, lo cual se traduce en inestabilidad social y política.
La expansión del imperio romano, desde el 100 a.C hasta el 200 d.C, coincidió con una estabilidad climática y un nivel bajo de actividad volcánica. Los estudios indican que bajo el mandato del emperador Augusto las temperaturas estivales medias eran, al menos, un grado superior a la media climática actual.
Los veranos cálidos y húmedos, seguidos de inviernos templados, caracterizados por una escasa variabilidad en las condiciones meteorológicas, fortalecieron la economía y permitieron la prosperidad del comercio. Durante esta época el cultivo de la vid se extendió a gran parte de Alemania e, incluso, de Inglaterra. La bonanza climática se tradujo en abundantes y regulares cosechas de cereales en los "graneros imperiales" (Hispania, Egipto), lo cual favoreció la expansión del Imperio.
Los científicos son capaces de reconstruir el clima del Viejo Continente durante los dos últimos milenios gracias a la información que obtienen tras analizar los movimientos glaciales en los Alpes, los registros de sedimentos en lagos de Asia y Europa, ciertos minerales en cuevas de Austria y Turquía... Además, los dendroclimatólogos analizando los patrones de crecimiento de los anillos de los árboles son capaces de inferir la temperatura de un momento determinado, con un error de unos diez años. Las malas condiciones climáticas se traducen árboles con estrechos anillos de crecimiento.
La conspiración del climaEn el siglo III el clima cambió,
se produjeron grandes sequías, descensos bruscos de la temperatura y precipitaciones intensas en periodos más irregulares. A esto hay que añadir que entre los años 235 y 285 hubo hasta cinco erupciones volcánicas. El clima se hizo más frío y seco, empeoró la producción de alimentos, lo cual propició que los tributos e impuestos destinados a Roma se fueran menguando progresivamente.
El cambio climático puso en jaque la economía imperial y el Imperio se fue debilitando lentamente.
Los inviernos se hicieron especialmente más rigurosos en las zonas del norte de Europa y las malas cosechas espolearon a los bárbaros a atravesar los ríos Rhin y Danubio e internarse en las zonas del sur de Europa, en donde las condiciones climáticas eran más favorables. Los pueblos del norte presionaron también las fronteras de los imperios sasánida y gupta.
Fue imposible contener, ni mediante la fuerza ni con la diplomacia, las masivas migraciones de los pueblos germanos. Los galos llegaran a Hispania en el 260 y tres años después los godos tomaron Efeso, en la actual Turquía; en el 410 los visigodos, comandados por Alarico I, saquearon por vez primera Roma. A partir de entonces nada volvería a ser igual, la civilización romana estaba herida de muerte.
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La caída del Imperio Romano dejó huella en los árboles de Europa Central. Y no es porque Atila y los suyos se divirtieran haciendo muescas en la corteza de los troncos por cada centurión derrotado, sino por una evidencia más perdurable: los anillos de los robles. Estos aros, que delatan la forma en que se ha desarrollado un árbol, han sido los renglones sobre los que han escrito los investigadores del Instituto de Investigaciones Forestales de Suiza para hacer un trabajo de arqueología climática en regiones del centro de Europa.
Sus hallazgos, publicados por Science, abarcan los últimos 2.500 años, pero los descubrimientos más llamativos han surgido al cotejar sus muestras con las circunstancias políticas y sociales que vivió el Viejo Continente durante las invasiones bárbaras. Este periodo, que desembocó en la caída del Imperio Romano de Occidente, estuvo marcado por masivas migraciones de pueblos germánicos -aunque no únicamente- pero también por decisivos cambios del clima, según se describe en este estudio.
Roma sufrió a los godos, pero también sequías e intensas precipitaciones
Los investigadores estudiaron el grosor de los anillos de hasta 9.000 artefactos antiguos hechos con madera de roble -como mobiliario, edificaciones históricas, obras artísticas y herramientas- para leer la evolución del clima de esos periodos. Una información que cotejaron con fuentes bibliográficas recogidas pro testigos de la época, que confirmaron que sus análisis son correctos. 'El incremento de la inestabilidad climática entre los años 250 y 600 coincidió con la desaparición del Imperio Romano de Occidente y con la agitación social de las grandes migraciones', aseguran los científicos.
Así, el estudio señala que a lo largo del siglo III se vivió en Europa una dura época de sequías y aumento del calor combinadas, de una década a otra, con etapas de importantes precipitaciones y descensos bruscos de las temperaturas continentales. Bruscas variaciones que se reflejarían en interrupciones de la producción de alimentos tras las cosechas y en una creciente inestabilidad socio-económica.
'La hegemonía o declive de civilizaciones del pasado han estado asociadas a cambios del clima, en especial por efectos relacionados con el abastecimiento de agua, la producción agrícola, la salud y los conflictos civiles', defienden los investigadores suizos.
Esta información es particularmente relevante hoy en día, puesto que estamos experimentamos
cambios planetarios que indican que el planeta está pasando por un período probablemente similar al vivido durante el período de la caída de Roma. Algo que ya podemos ver es el aumento de la inestabilidad socio-económica, los conflictos civiles y las migraciones masivas. ¿Qué podemos aprender del pasado?
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