ultraortodoxo
© ABIR SULTAN / EFEUn manifestante ultraortodoxo observa un incendio durante el inicio de las protestas, el pasado martes en Jerusalén.
Cientos de judíos ultraortodoxos se manifestaron hoy en el centro de Jerusalén para exigir respeto a la jornada sabática de descanso, en un nuevo intento de la comunidad religiosa por ganar terreno a la sociedad secular.

La controversia se centró esta vez en la exigencia por parte de los haredím (temerosos de Dios) de que se cierre al tráfico durante el "shabat" la calle Hanevim, una arteria fundamental de la ciudad adyacente al barrio ultraortodoxo de Mea Shearim, en una muestra más del pulso constante que ambas comunidades mantienen por imponer su modo de vida en la ciudad santa.

Entre ochocientos y mil religiosos, ataviados con sus tradicionales trajes negros o batines blancos y tocados con sombreros de ala ancha o de piel, protestaban al grito de "¡Shabes!, ¡Shabes!" (shabat, en yidish) y llamaban "nazis" y escupían a los periodistas y a los policías que trataban de controlar a la masa.

La manifestación, convocada por el grupo ultraortodoxo Eda Haredit, marca la número cien de las realizadas contra la vulneración del shabat, que se iniciaron hace dos años en protesta contra la decisión municipal de abrir los sábados un aparcamiento público en el centro de la ciudad.

La jornada sagrada de descanso del judaísmo comienza el viernes al anochecer y concluye al día siguiente al verse las tres primeras estrellas, tiempo durante el que los observantes tienen prohibido el uso de aparatos electrónicos y de transporte, así como encender o apagar la luz, escribir o realizar cualquier tipo de trabajo o esfuerzo físico.

Rubén Alfasel, judío ultraortodoxo originario de Madrid que participó en la protesta, explicó a Efe que su comunidad "simplemente quiere se respete la santidad de Jerusalén y que no se profane el shabat".

"Nosotros respetamos Tel Aviv, no les decimos a ellos que no pueden usar el coche los sábados allí, pero queremos también que ellos respeten Jerusalén y que no conduzcan en coche. Aquí somos mayoría y es una ofensa y una falta de respeto que conduzcan al lado de nuestros barrios en el día sabático", afirmó.

Frente a los cientos de religiosos se congregaron algunas decenas de israelíes seculares para expresar su rechazo al cierre de la calle y su oposición a la imposición de las formas de vida de los extremistas religiosos.

"He venido para protestar contra los haredím y contra la violencia que tiene lugar aquí cada sábado en esta calle", explica Ajiya Zalayet, jerosolimitano y representante del grupo "Venimos y Protestamos", que defiende una ciudad no sometida a normas religiosas.

Los ultraortodoxos, denuncia, "gritan 'Shabes', insultan y escupen a las mujeres que van con camiseta de tirantes o pantalón corto. (Los sábados) se vuelven locos, golpean los coches y les tiran cosas cuando pasan cerca de ellos".

"Nosotros les respetamos, no entramos en sus barrios con coches (los sábados) aunque podríamos hacerlo. Pero Hanevim es una calle principal en Jerusalén, que usan los turistas que van a la ciudad vieja. Queremos que la gente se sienta bienvenida y segura en Jerusalén y no acosada por los religiosos", añade.

De la misma opinión es el joven Yanivi Goren, residente de la ciudad que se autodefine como "skin head no fascista" y argumenta que "el sábado es un día festivo para todo el mundo".

"Los ultraortodoxos están forzando a todos a aceptar sus normas y se están extendiendo fuera de sus barrios. Hay que respetar todas las creencias, pero queremos una ciudad libre que no esté regida por normas milenarias", agrega.

La convocatoria de hoy sigue a otras protestas de los religiosos que se han sucedido en las últimas semanas.

El pasado miércoles, seis policías resultaron heridos en una revueltas de haredím que se quejaban de la inspección de varios negocios de miembros de su comunidad sospechosos de evasión fiscal.

A principios de mes, decenas de ultraortodoxos tomaron las calles para protestar por la detención de un rabino investigado por un supuesto delito de incitación al odio por participar en un libro que explica varias situaciones en las que considera que la ley judía permite matar a "gentiles" (no judíos).