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Sí que es noticia en cada ocasión que Human Rights Watch o Amnesty International toca a Washington con algo más que el pétalo de una flor.
En un documento de 107 páginas, el 11 de julio en curso, la organización Human Rights Watch (cuyo nombre en español sería "Observatorio de los Derechos Humanos")
informa que ha obtenido contundente evidencia acerca de las torturas de prisioneros y malos tratos a detenidos alrededor del mundo por el gobierno de George W. Bush entre 1999 y 2008, y al respecto exige una investigación penal al ex presidente y otros funcionarios de su administración, como el vicepresidente Dick Cheney, el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld y el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) George Tenet.
El informe de HRW refiere muchas verdades conocidas en el mundo pese a no haber sido ampliamente difundidas por la prensa corporativa de occidente (mainstream media) que, como regla, reserva sus grandes acusaciones solo a países "inconvenientes" para Washington.
El informe de HRW señala que durante el gobierno de George W. Bush se aplicó la técnica del submarino (método interrogatorio basado en la asfixia por inmersión) y otras formas de tortura contra detenidos, así como que se utilizaron prisiones secretas de la CIA en Rumania, Polonia, Lituania, Tailandia, Afganistán y se trasladaron prisioneros a otros países para ser torturados.
Se realizaban similares prácticas en Irak y en la base militar de Guantánamo que ilegalmente opera Estados Unidos en territorio ocupado a Cuba. En tales enclaves, los detenidos, eran torturados sistemáticamente y luego, en vez de extraditarlos a sus países de origen, eran llevados a naciones donde la tortura es de uso habitual para ser seguir interrogándoles.
El informe particulariza acerca del grado de responsabilidad que tuvieron altos funcionarios militares y políticos de Washington en casos criminales puntuales de abusos que llegan hasta el asesinato de prisioneros. Una denuncia tan fuerte podría llevar a algunos a pensar que HRW actúa así en virtud de la libertad que garantiza la democracia en Estados Unidos. ¡Nada más lejos de la verdad!
HRW es parte de esa élite que forman los principales dirigentes de los bancos, las finanzas y los negocios, fundaciones filantrópicas patrocinadas por los dueños de las mayores fortunas, academias de la élite y otras organizaciones no gubernamentales. HRW no es una asociación de ciudadanos interesados en el respeto de los derechos humanos como se proclama, aunque haya en su base, como también ocurre con Amnesty International, honestos luchadores por el bienestar humano.
Su Junta directiva la componen ex diplomáticos, funcionarios, expertos y empleados del gobierno actual y del anterior. La mayoría son funcionarios del Departamento de Estado y, el resto, personas vinculadas a los más fuertes lobbies congresionales de política exterior.
HRW surgió como una empresa conjunta del multibillonario George Soros y el departamento de Estado. Su actual director, Kenneth Roth, se ha mantenido en el cargo desde 1993.
La organización se identifica con algunas de las características fundamentales de la cultura y el sistema de valores estadounidense que, como la defensa de los derechos humanos y la teoría del destino manifiesto, sirven para conformar una ideología que resulta especialmente útil para justificar el lanzamiento de guerras.
HRW tiene una plantilla de 230 trabajadores y un presupuesto de más de 30 millones de dólares estadounidenses al año. De ellos, 20 millones provienen de las donaciones de fundaciones que, a su vez, responden a los grupos más importantes del gran capital que integran la élite que rige por encima del gobierno en los Estados Unidos.
Esa élite es la que exige que el juego manipulador de la opinión se haga con arreglo a ciertas reglas de cuidado de la credibilidad que, a su vez conducen a presentar un supuesto balance en las informaciones que luego se compensa a base de la masividad de los medios bajo control de la élite.
La denuncia de HRW sobre la tortura en Estados Unidos, no obstante su extrema gravedad, está siendo minimizada en la prensa corporativa o "mainstream media" que incluye las principales emisoras de televisión y radio, agencias de noticias, periódicos y revistas, y que actúa además con fuerza en la web y deja a los medios alternativos con un casi insignificante nivel de influencia en la conformación de la opinión pública norteamericana.
HRW, como Amnesty International, son instrumentos de la política exterior de Estados Unidos. Promueven el intervencionismo y los valores que la superpotencia pretende imponer al mundo.
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