Traducido por el equipo de SOTT.net
© Channel2nowVíctima de asesinato Brian Thompson, Consejero Delegado de UnitedHealthcare
La semana pasada, el consejero delegado de UnitedHealthcare, Brian Thompson, fue asesinado
a tiros en una acera de Nueva York en lo que claramente fue un ataque minuciosamente planeado. Durante los días siguientes, mientras las autoridades buscaban al asesino, los progresistas de Internet
no se esforzaron en ocultar su alegría por el asesinato de un millonario ejecutivo de seguros de salud como Thompson.
Las redes sociales se inundaron de mensajes y vídeos (con distintos grados de sutileza)
en los que se sugería que Thompson, como mínimo, no merecía ningún lamento por toda la asistencia sanitaria que su empresa había negado a los pobres y trabajadores. Los progresistas enmarcaron el tiroteo como un acto de autodefensa en nombre de la clase trabajadora. Antes de que el presunto asesino fuera
capturado el lunes, prometieron no chivarse si ellos mismos veían al tirador y fantasearon con la idea de que un jurado de la clase trabajadora anulara todos los cargos,
lo que llevaría a que otros directores ejecutivos fueran tiroteados impunemente si supervisaban subidas de precios.
La narrativa que estos progresistas en línea claramente suscriben y perpetúan es una en la que, en Estados Unidos, la atención sanitaria es una industria totalmente libre y no regulada; en la que (debido a una total falta de implicación gubernamental)
los ricos directores ejecutivos cobran los precios que quieren y luego se niegan a proporcionar a los clientes aquello por lo que ya han pagado sin tener que afrontar malas consecuencias.
La caracterización de la asistencia sanitaria y de las compañías de seguros médicos que cobran precios absurdamente altos mientras tratan terriblemente a sus clientes sin el riesgo de perderlos es acertada.
Pero la idea de que lo que causó esto fue la falta de implicación del gobierno en el sistema sanitario es completamente delirante. Y este delirio
elimina convenientemente toda la responsabilidad de los progresistas en la pesadilla que es el sistema sanitario estadounidense.
Hoy en día, la sanidad es
uno de los sectores económicos más regulados por el gobierno, junto con el financiero y el energético.
Las agencias gubernamentales intervienen en todos los aspectos del proceso, desde la investigación y producción de fármacos, la formación y autorización de los profesionales médicos y la construcción de hospitales hasta la disponibilidad de seguros médicos, la composición de los planes de seguros y los complicados procesos de pago.
Y esto no es nada nuevo. El gobierno estadounidense lleva más de un siglo interviniendo intensamente en el sector sanitario.
Y ningún grupo ha hecho más por ello que los progresistas.Al fin y al cabo, todo empezó durante la Era Progresista, cuando la Asociación Médica Americana se las
ingenió para
establecer las normas oficiales de acreditación de las facultades de medicina "no reguladas" del país. La AMA redactó normas que excluían los enfoques médicos de sus competidores, lo que obligó a cerrar a la mitad de las facultades de medicina del país.
La nueva escasez de médicos formados hizo subir el precio de los servicios médicos (para regocijo de la AMA y otros grupos de médicos reconocidos por el gobierno),
poniendo en marcha la conocida crisis de asequibilidad de la sanidad.Por la misma época, los progresistas presionaron con éxito para que se impusieran restricciones estrictas a la producción de medicamentos y, poco después, para
que se concedieran privilegios de monopolio a los productores de fármacos.Tras la Segunda Guerra Mundial, a medida que la sanidad se encarecía,
el gobierno utilizó el código fiscal para distorsionar la forma en que los estadounidenses pagaban la sanidad. Bajo la presidencia de Truman, el IRS hizo que el seguro médico proporcionado por el empleador fuera deducible de impuestos, mientras que continuó gravando otros medios de pago. No pasó mucho tiempo hasta que los
planes de las empresas se convirtieron en el sistema dominante y el seguro de enfermedad dejó de ser un seguro real para convertirse en
un sistema general de pago por terceros.
Estas intervenciones gubernamentales que restringían la oferta de atención médica y privilegiaban los seguros sobre otros métodos de pago crearon un verdadero problema de asequibilidad para muchos estadounidenses.
Pero la crisis no empezó realmente hasta la década de 1960, cuando el Congreso aprobó dos de los programas gubernamentales favoritos de los progresistas:
Medicare y Medicaid.
Al principio,
grupos industriales como la AMA se opusieron a Medicare y Medicaid porque creían que las subvenciones gubernamentales deteriorarían la calidad de la atención. Tenían razón en eso, pero lo que claramente no previeron fue
lo ricos que les harían los programas.
Cualquiera que haya tomado una sola clase de introducción a la economía puede decir que los precios subirán si disminuye la oferta o aumenta la demanda. El gobierno ya
mantenía artificialmente baja la oferta de servicios médicos, lo que provocaba precios artificialmente altos. Medicare y Medicaid mantuvieron esa escasez e inyectaron toneladas de dinero de los contribuyentes en el sector sanitario,
aumentando significativamente la demanda.
El resultado fue una explosión fácilmente predecible del coste de la atención sanitaria.Cada vez menos personas podían permitirse la asistencia sanitaria a estos precios crecientes, lo que significaba que más personas necesitaban la ayuda del gobierno, lo que significaba más demanda, haciendo que los precios crecieran cada vez más rápido.
Mientras tanto,
los proveedores privados de "seguros" sanitarios también se beneficiaban de la creciente crisis. En un mercado libre, los seguros sirven para intercambiar riesgos. Los seguros funcionan bien para accidentes y calamidades que son difíciles de predecir individualmente pero relativamente fáciles de predecir en bloque, como accidentes de coche, incendios domésticos y muertes familiares inesperadas.
Los proveedores de seguros sanitarios
ya estaban subvencionados por todos los impuestos sobre los medios de pago competidores, lo que permitió que sus planes crecieran más allá de los límites típicos de los seguros y empezaran a cubrir sucesos fácilmente predecibles, como los reconocimientos médicos anuales. Y, a medida que el precio de todos estos servicios seguía disparándose, los costes de estos procedimientos rutinarios se estaban volviendo lo suficientemente elevados como para parecerse a los costes de las urgencias, haciendo que los consumidores dependieran aún más del seguro.
Con los progresistas animando, la clase política utilizó la intervención gubernamental para crear un sistema sanitario que se comporta como si su único propósito fuera mover tanto dinero como sea posible a los bolsillos de los proveedores de atención sanitaria, las compañías farmacéuticas, los hospitales, las agencias federales relacionadas con la salud y los proveedores de seguros.
Pero la fiesta no podía durar eternamente. A medida que subía el precio de la asistencia sanitaria, también lo hacía el de los seguros médicos. Al final, cuando las primas de los seguros se hicieron demasiado elevadas, menos empresarios o compradores particulares estuvieron dispuestos a contratar seguros, y el flujo de dinero hacia el sistema sanitario
empezó a tambalearse.Los
datos sugieren que
ese punto de inflexión se alcanzó a principios de la década de 2000. Por primera vez desde que comenzó el ciclo en la década de 1960, el número de personas con seguro médico empezó a descender cada año. El pánico se apoderó de los profesionales sanitarios, que parecían haber asumido que el flujo de dinero nunca dejaría de aumentar.
Entonces llegó Barack Obama.El principal logro legislativo de Obama (la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, u Obamacare) puede entenderse mejor como una estratagema de los proveedores sanitarios y el Gobierno para mantener la fiesta.Obamacare obligó a los cincuenta millones de estadounidenses sin seguro a contratar un seguro, y amplió enormemente lo que cubrían estos "seguros". La demanda de asistencia sanitaria se disparó y el círculo vicioso volvió a ponerse en marcha, razón por la cual el proyecto de ley gozó de tanto apoyo por parte de las grandes corporaciones de todo el sector sanitario.
Antes de que se aprobara, los economistas prácticamente gritaban que la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible haría que la atención fuera
menos asequible al aumentar las primas y los precios de la atención sanitaria y empeorar la escasez.
Los progresistas tacharon estas preocupaciones de propaganda "fundamentalista del libre mercado" de la era Reagan. Pero eso es exactamente lo que ha ocurrido.Ahora, la crisis de asequibilidad es peor que nunca, ya que los precios alcanzan niveles históricos. Y, debido a que el Obamacare acercó mucho más la sanidad estadounidense a un sistema
de pagador único, la
demanda de asistencia sanitaria
supera con creces la oferta, lo que provoca una escasez mortal.
Literalmente, no hay suficientes recursos ni profesionales médicos disponibles para tratar a todas las personas que pueden pagar la atención. Además,
el código fiscal y el retorcido mercado de los "seguros" protegen a estos proveedores de la competencia, lo que hace casi imposible que la gente cambie de proveedor después de que se les denieguen injustamente sus solicitudes. Si se tratara simplemente de codicia, denegar la atención a los clientes que ya han pagado sería algo habitual en todos los sectores. Pero no es así. Requiere el tipo de protecciones políticas que los progresistas ayudaron a implantar.
Y encima de todo eso, a pesar de pagar todo ese dinero, los estadounidenses se están convirtiendo rápidamente en una de las poblaciones más enfermas de la Tierra.Este es uno de los problemas más acuciantes a los que se enfrenta el país. Un problema que requiere un cambio inmediato y radical para resolverlo. Pero también requiere un diagnóstico exacto y preciso, algo que, esta semana, los progresistas demostraron que son incapaces de hacer.
El movimiento progresista estadounidense es responsable de
proporcionar a la clase política la cobertura intelectual que necesitaba para romper el mercado de la sanidad y transformar todo el sistema en un medio para transferir riqueza a gente como Brian Thompson. Ahora, quieren sentarse, fingir que nunca se han salido con la suya, que el gobierno nunca ha hecho nada con el mercado de la sanidad, y que
estos ejecutivos de la sanidad simplemente aparecieron y empezaron a hacer esto por su cuenta, todo para que puedan celebrar que lo hayan matado a tiros en la calle. Es repugnante.
Brian Thompson actuó exactamente igual que todas las personas con conocimientos económicos de los últimos cincuenta años han dicho que actuarían los directores ejecutivos de seguros sanitarios si los progresistas se salieran con la suya. Si alguna vez vamos a ver el final de esta pesadilla de un siglo de duración, tenemos que empezar a escuchar a la gente que ha hecho las cosas bien, no a los que pretenden estar libres de culpa mientras fantasean en Internet con que otros inicien una revolución violenta.
Comentario: Asistencia patrimonial no es asistencia sanitaria. La cuestión es cómo resucitar el sistema y hacerlo asequible.