Traducido por el equipo de SOTT.net
Esto nunca debió ser Yalta. Aunque puede que Yalta 2.0 acabe siendo una realidad.

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En el desfile del Día de la Victoria que se celebrará en Moscú el próximo 9 de mayo, celebrando los 80 años del final de la Gran Guerra Patria y la derrota de la Alemania nazi, Putin como anfitrión y Xi Jinping como invitado principal estarán en la ciudad. También podría estar Donald Trump. ¿Por qué no hacer que todos embarquen en un vuelo a Crimea y escenificar un Yalta 2.0 en, dónde si no, Yalta?
"De esto están hechos los dulces sueños", por citar a los metafísicos del pop Eurythmics. Mientras tanto, nosotros no tuvimos Yalta, ni siquiera Reikiavik; tuvimos unas largas 4 horas y media en el palacio real de Ed-Diriyah, en el valle de Wadi Hanifa. Rusia y EE.UU. se sentaron por fin a discutir como adultos, por primera vez en tres años.
Se produjo una deliciosa dosis de excitación, todo ello relacionado con que las partes estaban inmersas en "los trabajos para normalizar las relaciones diplomáticas". Hasta hace tres meses (bajo la administración del cadáver en la Casa Blanca y su secretario del genocidio) esa posibilidad era tan remota como un meteorito estrellándose en la Tierra (eso ocurrirá, pero en un futuro lejano).
El Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, realizó la proeza sobrehumana de, al menos, no estrellarse ante el poderoso Lavrov, el diplomático más importante del planeta. Lavrov y Rubio acordaron crear un mecanismo de consulta para eliminar "irritantes" (terminología estadounidense) en las relaciones entre EE.UU. y Rusia, y cooperar en "asuntos de interés geopolítico común", según el Departamento de Estado. El BRICS podría no ser uno de ellos.
La eliminación de los "irritantes" puede interpretarse fácilmente como un código para el Trump 2.0 tratando de encontrar salidas al anterior tsunami de sanciones y guerra económica que sólo produjo espectaculares retrocesos.Como era de esperar, los estadounidenses hicieron hincapié en que "una reunión no es suficiente para resolver el conflicto ucraniano". Por supuesto que no. El asesor presidencial Yuri Ushakov señaló que el propio Putin decidirá cuándo comenzarán "los contactos con EE.UU. sobre Ucrania" y quiénes serán los negociadores rusos.
Lavrov desmintió por completo la existencia de un plan en tres fases sobre Ucrania, que incluya un alto el fuego; elecciones; y la firma de un acuerdo final. Examinando detenidamente el historial hasta ahora,
Lavrov siempre ha mantenido que EE.UU. es "capaz de no llegar a un acuerdo".
El enviado especial de Trump, Steve Witkoff, estaba positivamente radiante:
"No podríamos haber imaginado un resultado mejor después de esta sesión". Bueno, Witkoff ciertamente siguió el dinero (la prioridad suprema de Trump) cuando él y
la delegación norteamericana se quedaron completamente "sorprendidos" al enterarse de que "las empresas estadounidenses perdieron 300.000 millones de dólares por abandonar Rusia", según reveló el director general del Fondo Ruso de Inversión Directa, Kirill Dmitriev.
Al igual que con el fiasco de los BRICS, parece que el equipo Trump tampoco ha hecho sus deberes en el frente empresarial.