Los cuentos evolucionan y se adaptan al entorno como si fueran seres vivos. De Caperucita Roja, uno de los más universales, hay decenas de versiones en África, Asia, Europa y hasta América que, como las especies, comparten un ancestro común. Un estudio ha recurrido a las técnicas de la biología evolutiva para rastrear su pasado.

Grabado de Gustave Doré
La historia, de origen europeo, se extendió y pervivió porque toca aspectos básicos de la condición humana.
Con los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, que llevaron al papel hace ahora 200 años la mayoría de los cuentos populares que ellos creían de tradición germánica, se inició en toda Europa la investigación de las tradiciones narrativas orales. Los investigadores se dieron cuenta de que muchas de aquellas historias compartían trama y personajes aunque pertenecieran a culturas diferentes y muy lejanas entre sí. Eso llevó, ya en el siglo XX, a la creación del
índice ATU, siglas con los nombres de sus tres creadores, una taxonomía de 2.000 historias internacionales que, aún siendo de 300 culturas diferentes, compartían demasiado para ser una coincidencia.
Caperucita es el ATU 333. Con variaciones que hacen referencia a si la caperuza de
Caperucita es roja y si es que la lleva, sobre si el animal que hace de villano es un lobo, un tigre o un hombre lobo o bien, si la niña y la abuela acaban devoradas o consiguen escapar, la historia de
Caperucita es casi universal. Se encuentran versiones muy similares de la trama desde España hasta Japón y desde la India hasta Antigua, en el Caribe. En muchas de ellas, comparte detalles de otro cuento popular, el de
El Lobo y los (siete)
Cabritillos o ATU 123.
Comentario: En pasadas ediciones hemos tratado la problemática del sionismo y la invención del pueblo judío según el autor: Shlomo Sand