El presente artículo fue redactado por el sacerdote Reverendo Padre José Chorr, del Colegio Chafarrínense, es además profesor de física y de biología y expresa conceptos sobre el Cloruro de Magnesio.
El Reverendo Chorr comenta lo que sucedió en su propio cuerpo físico:
© Desconocido
Cuando tenia 61 años de edad estaba casi paralítico, esto fue doce años antes de comenzar el tratamiento con el Cloruro de Magnesio, sentía puntadas agudas en la región lumbar (columna vertebral),
incurable según la ciencia medica ortodoxa (es decir, los médicos).
Al levantarme de la cama por las mañanas, sentía un fuerte dolor en la columna que perturbaba todo el día...
Era causado por el nervio ciático, que apretaba la tercera vértebra, me lo hacia sentir sobre todo cuando estaba parado, lo que me forzó a trabajar la mayor parte del día sentado. Hubo un año, en que todo lo hacía sentado, menos la misa.
Era un tormento y tenia que suspender mis viajes a causa del dolor.
Durante un verano muy seco sentí mejoría, pero luego empeore más. Comencé entonces a rezar la misa sentado.
Volví a la ciudad de Floreanápolis (Brasil) buscando un especialista que me sanara. Me tomaron nuevas radiografías, están duras y en avanzado de descalcificación. Nada era posible hacer. Las diez aplicaciones de onda corta que recibía en la columna no detenían el dolor. Al colmo de no poder dormir ni siquiera acostado, a veces quedaba sentado en la cama. Hasta que descubrí que podía dormir en la posición fetal, así como duermen los gatos. Esto dio cierto resultado y solo despertaba al estirarme enderezarme. Ya faltaba poco para no poder dormir ni siquiera en posición fetal.
Me preguntaba: - Y ahora ¿qué puedo hacer?
Estaba engañado por la medicina tradicional y así entonces apelé a Dios. Y le dije:
- Amado Dios, estás viendo en este estado a esta criatura... te pido Dios mío que me des una solución para todos mis males.
Ocurrió entonces que pocos días más tarde me llevaron a Porto Alegre a un encuentro jesuítico. Allí conocí al Padre Suárez, un sacerdote jesuita quien
me contó que la cura de mis problemas de salud era algo muy fácil. Me dijo que para ello debía tomar el Cloruro de Magnesio, mostrándome escrito en un libro de medicina del Padre Poig, un jesuita español, conocido y prestigioso biólogo, que había descubierto las propiedades curativas del Cloruro de Magnesio, a partir de una experiencia familiar, curando a su madre quien por esa época se encontraba con artrosis en avanzado estado de descalcificación.
Los sacerdotes jesuitas siempre se destacaron por sus grandes conocimientos para curar las enfermedades utilizando medicina natural como las hierbas medicinales y los minerales puros.
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