Volviendo al tema de la epidemia de coronavirus, Thierry Meyssan subraya que las decisiones autoritarias adoptadas en Italia y Francia carecen de justificación de naturaleza sanitaria. Más bien contradicen las observaciones de los mejores virólogos y hasta las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.
El 27 de enero de 2020, el primer ministro chino, Li Keqiang, llega a Wuhan para dirigir la lucha contra la epidemia y restaurar el “mandato celestial”.
La aparición de la epidemia en China El primer caso de una persona infectada con el Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre de 2019, en la provincia china de Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre la gravedad de esta enfermedad pero encontraron la oposición de las autoridades regionales. Fueron la multiplicación de la cantidad de casos y la percepción de la gravedad del problema por parte de la población, los factores que finalmente dieron lugar a la intervención del gobierno central chino.
A pesar de todo lo que han dicho los medios de prensa, la envergadura estadística de la epidemia de Covid-19 no es significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de graves problemas respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata muy poco.
Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura china siempre ha estado marcada por una vieja concepción según la cual el Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a sus súbditos [
1]. Cuando el país sufre una catástrofe -terremoto, huracán o epidemia- es porque el gobernante ha perdido ese mandato celestial. Ante esa percepción cultural de las cosas, y a pesar de que vivimos en la era moderna, el presidente Xi Jinping se sintió amenazado por la irresponsabilidad del gobierno regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de la población de la capital provincial, la ciudad de Wuhan, en sólo días construyó varios hospitales, envió equipos de trabajadores de la salud a visitar cada familia de Wuhan -casa por casa- para tomar la temperatura a cada habitante y aplicar diversos controles de salud, ordenó que toda persona que presentara síntomas sospechosos fuese llevada de inmediato a una instalación sanitaria para someterla a exámenes de salud más detallados y
aplicó a las personas que parecían infectadas un tratamiento a base de cloroquina. Los casos más graves eran internados en salas de cuidados intensivos y recibían un tratamiento a base del medicamento cubano denominado Interferón Alfa 2B recombinante (IFNrec).
Esta gran operación de salud pública apunta también a demostrar que el Partido Comunista conserva su "mandato celestial".
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