El mundo a nuestro alrededor parece estar enloqueciendo. Ya no se trata sólo de las miserias de antaño, cuando muchos podíamos espantarnos con la codicia de una élite mundial que violentaba al mundo y hundía a miles de millones en el horror de la pobreza y la desesperanza; ahora corren tiempos donde nuestro vecino, nuestro compañero de trabajo, nuestra maestra, e incluso nuestra hermana, pueden ser la fuente de nuestro infortunio, de nuestra tragedia personal.
© InternetGracias por la aclaración,... pero ya nos habíamos dado cuenta
Años atrás, existía un cierto encanto épico en denunciar y tratar de generar conciencia en contra de las perversas fuerzas concentradas de un pequeño grupo de súperpoderosos que mantenía al mundo bajo el yugo de la guerra, la pobreza, y desesperanza. Éstos eran los
Sauron de nuestra historia, quienes representaban la maldad concentrada en un pequeño punto en el espacio de nuestra realidad.
Pero hoy día todo ha cambiado. Aunque los Sauron siguen existiendo y haciendo de las suyas, nuestra preocupación cotidiana se desplaza hacia el monumental ejército de
Orcos que nos ataca desde todos los flancos, dándonos puñetazos, mordidas, escupidas, y arañazos. Estos singulares "soldados", en soledad son inútiles, torpes y débiles; pero juntos como una turba enardecida, son verdaderamente peligrosos.
Esto es lo que está ocurriendo con los movimientos feministas/LGBT y proponentes de la #ideologíadegénero. Se han constituido como un poderoso colectivo de consignas razonables, como promover la igualdad, la libertad, abrir el debate social sobre temas tabúes, escuchar todas las voces, y crear una sociedad plural y tolerante con los que "eligen" ser diferentes.
Pero detrás de este discurso amigable, abierto, y cordial, habita escondida (o no tan escondida) una retorcida percepción del mundo donde sólo existen dos categorías posibles:
los opresores y los oprimidos.
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