Traducido por el equipo de SOTT.net
transhuman human
«Todo nuestro exaltado progreso tecnológico, la civilización para el caso, es comparable a un hacha en la mano de un criminal patológico».

- Albert Einstein, en una carta a Heinrich Zangger (1917)
Resumen: Con el lanzamiento mundial coordinado de la narrativa de la Covid-19 a finales de 2019 y las consiguientes exigencias ilógicas de los gobiernos -aliados con organizaciones transnacionales y gigantes farmacéuticos-, muchas personas de todo el mundo empezaron a cuestionar los cambios tecnológicos y tecnocráticos precipitados, sin precedentes y radicales que se estaban introduciendo en las sociedades en nombre de una «emergencia médica» altamente comercializada. A pesar de las nuevas políticas emanadas de las autoridades para aislar, enmascarar, restringir todo contacto social, aceptar sin rechistar inyecciones experimentales únicas basadas en genes y nanopartículas, y acatar normas sociales novedosas y absurdas, muchas personas se opusieron a la tiranía manifiesta. Cuanto más entusiastas eran los gobiernos a la hora de eliminar derechos civiles, suprimir la libertad de expresión y el debido proceso, más intentaba la gente sacar a la luz la historia que se escondía tras la narrativa dominante de la Covid-19. Este artículo, el primero de una serie de cuatro, analiza esa historia en su intersección con la trayectoria del transhumanismo. En la Parte 1 examinamos cómo la actual e ininterrumpida presión global por una alteración total de arriba abajo de la humanidad, de la biología humana, de las emociones humanas y de las relaciones sociales, se relaciona con una filosofía y una historia de operaciones empresariales y militares bien financiadas y altamente eficientes, enmarcadas como necesariamente racionales e inevitables. Abordamos los significados ofuscadores del transhumanismo propagados hasta ahora, y empezamos a descubrir las raíces del transhumanismo en el complejo militar y de inteligencia, tomando como punto de partida la NASA y su supuesta demanda de ciborgs en el espacio. Centrándonos en fuentes primarias y en material de inteligencia militar, sentamos las bases para los tres artículos siguientes de la serie, que ofrecen una posible forma alternativa de entender el actual proceso de transformación de los seres humanos de criaturas naturales y soberanas a formas de vida sintéticas controladas.

Introducción

En estos tiempos de gran incertidumbre política, económica y social, podemos estar seguros de una cosa. Las comunidades de todo el mundo se ven acosadas por todas las fuerzas insidiosas de cambio radical que los hombres y mujeres en el poder pueden soñar para las personas en cuyo nombre pretenden hablar y gobernar. Las fuerzas del cambio están al mando y control de una guerra mayor que se esfuerza en todo momento por camuflar la transición largamente planeada de la humanidad. Todo está sujeto a captura en los programas de transformación de la nación, la persona, la identidad personal, la agencia y la soberanía. Algunos reconocen las tensiones y las armas desplegadas para lograr la cautividad total y el cambio. Otros niegan la evidencia de las campañas emprendidas contra ellos.

La diferencia entre estos extremos podría explicarse por el espacio más disputado de la guerra actual: la lucha por el corazón y la mente. Como nos recuerda Edward Bernays, la mente debe estar continuamente ocupada, «tanto como un ejército regimenta los cuerpos de sus soldados» [1]. Por lo tanto, el miedo y un profundo sentido de la urgencia deben crearse para que el sacrificio previsto de los cuerpos, en el recuento final, se considere justificado. Lo mismo ocurre con las advertencias hechas a la gente hoy en día de que debemos estar alerta y preparados para enfrentarnos a las amenazas que suponen para el medio ambiente nuestros propios cuerpos enfermos, las huellas de carbono que deben reducirse, los ecosistemas envenenados y las máquinas inteligentes que nuestros autoproclamados amos financian y despliegan para nuestra «salvación». El giro transhumano hacia un mundo posthumano, poblado por cyborgs obedientes, se reivindica como un paso inevitable en la evolución dirigida. Los humanos «mejorados», aseguran las relaciones públicas tecnocráticas, poseerán nuevas habilidades sobrehumanas y vencerán su propia mortalidad con nanoactualizaciones rutinarias.

¿Cómo vamos a hacer frente a estas operaciones antihumanas que conspiran contra nosotros? En palabras de Elon Musk, debemos fusionarnos con las máquinas para evitar convertirnos en monos [2]. El estratega de «Futuros» de la Fundación Rockefeller y el Departamento de Educación chino, Michell Zappa [3], advierte de forma similar que la humanidad no tiene «otra opción que ser arrastrada, pataleando y gritando», al «precipicio» de un futuro que implica terapia genética, órganos artificiales, sangre y vasculaturas sintéticas y fármacos bioelectrónicos [4]. Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, la autodenominada «Organización Internacional para la Cooperación Público-Privada»,[5] también augura que el futuro de la innovación tecnológica «no cambia lo que haces, te cambia a ti». Si tomamos como ejemplo la edición genética, es a ti a quien cambia" [6]. Afirma que la tecnología conducirá "al final" a "una fusión de nuestras identidades físicas, digitales y biológicas" [7]. La mentalidad determinista tecnológica que subyace a todas estas declaraciones está diseñada para no dejar lugar a la resistencia ni a la contestación.

Organizada por élites transnacionales, la marcha a paso de tortuga de la humanidad hacia lo que se ha dado en llamar la Era Bio-Nano, la Era Virtual, [8] o la Cuarta Revolución Industrial, [9] refleja la aspiración transhumanista hacia un futuro posthumano. La marcha gradual e inexorable lleva décadas en curso, enraizada en la misantropía eugenésica y envuelta en falsas promesas de que el hombre puede trascender las limitaciones de la carne y, ayudado por nuevas y novedosas tecnologías, vivir para siempre. El movimiento intelectual, físico y espiritual hacia una forma transhumanista de inmortalidad también se basa en una transición socioeconómica que reduce a la humanidad a «actores del mercado hiperracionales configurados siempre... y en todas partes como homo economicus» [10], al servicio no del bienestar humano, sino de los beneficios del capital monopolista. En otras palabras, una clase multimillonaria. En consecuencia, significa además que los nuevos colonos tecnocráticos, que financian estos mercados emergentes de cuerpos, cerebros y torrentes sanguíneos, tratarán de controlar todos los medios de (re)producción humana.

Dado que el valor de los datos humanos se está convirtiendo en una mercancía clave [11] y dado que el «Estado corporativo debe participar en el [proceso de] acumulación de capital, [mistificando] sus políticas y [llamándolas] algo que no son, o ... [tratando] de ocultarlas»,[12] ¿quién mejor que las «asociaciones público-privadas» entre el Estado y las corporaciones para gestionar el mercado emergente de transhumanos para el Internet de las Cosas (IoT) y los Cuerpos (IoB)? [13] El movimiento tiene en su centro a los actores más ricos e influyentes del mundo, que abarcan todos los sectores de poder: una élite transnacional que insta a una serie de adulteraciones tecnológicas anunciadas como mejoras de las formas de vida biológicas (humanos, animales, plantas y microorganismos).

¿Cómo reconocer los signos clave de esta transformación fundamental? Una imagen vívida de un futuro posthumano que se está desplegando se vislumbra ahora a raíz de la presión global para el cumplimiento total de las terapias inyectables de bio-nano-genes exigidas por los gobiernos. La Fundación Kavli, por ejemplo, aparentemente un organismo de concesión de subvenciones, se ha asociado con organismos clave en la creciente red mundial de «asociaciones público-privadas» que impulsan la nanotecnología basada en genes y la biología sintética en todo el mundo, incluida la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) del ejército estadounidense y la Fundación Rockefeller.

Además de su interés por las vacunas, las tres organizaciones forman parte de una iniciativa financiada por la Casa Blanca conocida como «Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies» (Investigación del Cerebro a través del Avance de las Neurotecnologías Innovadoras) (BRAIN), que incluye proyectos de nanociencia, interfaces cerebro-máquina y bioingeniería [14,15]. La Unión Europea también tiene su propio Proyecto Cerebro Humano [16], que describe como «uno de los mayores proyectos de investigación del mundo» y que forma parte de su iniciativa Tecnologías Futuras y Emergentes. El Proyecto reúne a 140 universidades e instituciones de 11 países para centrarse en las redes neuronales artificiales, la computación neuromórfica, la IA, la neurorrobótica y las tecnologías neuroinspiradas.

En el contexto de este abrupto giro mundial hacia soluciones basadas en la genética y la biotecnología para supuestos males y emergencias sociales, la serie de cuatro partes que se presenta a continuación pretende profundizar en la literatura existente mediante un examen crítico de la trayectoria transhumanista subyacente que impulsa estos avances [17-19]. En particular, pretende dilucidar el papel del complejo de inteligencia militar en el transhumanismo, como parte de un proyecto en curso para transformar a los humanos para la servidumbre en una nueva «utopía» gobernada y gestionada por los gurús, sabios y suplicantes de una tecnocracia que se está desarrollando en la actualidad.

Definición del transhumanismo

Hablar casualmente de transhumanismo en buena compañía puede suscitar curiosidad o confusión. Puede engendrar en la imaginación pensamientos de supervivientes armados que intercambian rumores sobre planes gubernamentales para poner microchips a los ciudadanos como si fueran ganado. Los intercambios pueden desencadenar vagos recuerdos de tropos populares de la ficción pulp o el cine fantástico, integrando la fascinación transhumana por el entretenimiento morboso y los superhéroes de cómic que se fusionan con máquinas. Puede recordar los efectos especiales cinematográficos de Metrópolis (1927), de Fritz Lang, donde la fuerza vital de María se transfiere a un ciborg de chapa metálica. Puede que los numerosos enfoques para tratar el transhumanismo se hayan introducido en capas de reproducción cultural para crear la apariencia de un conflicto entre la irrelevancia marginal y las aspiraciones utópicas compartidas entre las élites. Estas ambigüedades pueden ser una característica de la ingeniería social a través de los medios de comunicación y la educación para incitar a la indiferencia y el desinterés del público.

Como proyecto global de control sobre la (re)producción y los seres humanos, el transhumanismo conlleva una constelación de vertientes teóricas, prácticas e ideológicas, cada una de las cuales implica lo que parece ser una mezcla de mitologías esotéricas, realidades empíricas y exageraciones mediáticas, imbuidas de avances tecnológicos, giros políticos, circunstancias tangibles y el espectáculo de interminables campañas de relaciones públicas. Separar la realidad material de este proyecto global bien financiado de las confusas formas de propaganda que lo sustentan puede resultar complejo y desafiante.

Una de las complicaciones no menores de definir el transhumanismo es que el enfoque habitual para definir el término actúa, en sí mismo, como un dispositivo de propaganda. Los defensores del transhumanismo definen sistemáticamente su proyecto en términos valorativos y positivos, como una búsqueda de la «evolución» aumentada, la «mejora» humana y la superación de las «limitaciones» humanas. Según el Manifiesto Transhumanista, publicado por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Italiana, el transhumanismo es:
Una visión del mundo que busca una calidad de vida que propicie el progreso perpetuo, la autotransformación, el optimismo práctico, las soluciones visionarias y el pensamiento crítico: el transhumano. El transhumano es un organismo biológico-tecnológico, una transformación de la especie humana que sigue evolucionando con la tecnología. [20]
Humanity+, la fuente del Manifiesto Transhumanista, define el transhumanismo con referencia a Max More, uno de los pioneros del movimiento, situando el transhumanismo como:
El movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la conveniencia de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de la razón aplicada, especialmente mediante el desarrollo y la puesta a disposición generalizada de tecnologías que eliminen el envejecimiento y mejoren enormemente las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas humanas. [21]
Tales definiciones y las elaboraciones que las sustentan están salpicadas de conceptos que connotan perfección, mejora, grandeza y utopismo. Preguntas como «¿Perfecto para quién?», «¿Mejor por qué motivos?», «¿Mejorado según qué criterios?» quedan sin formular y sin respuesta. La Organización de Ciencia y Tecnología de la OTAN, por ejemplo, enumera el aumento de la letalidad como objetivo de las tecnologías de «mejora» humana en el ámbito de la inteligencia militar [22]. Por consiguiente, sin estipular lo que significan términos como «mejora» y «evolución», se pueden inyectar tópicos autoflagelantes, en el mejor de los casos, y un doble lenguaje letal, en el peor, en el propio significado de «transhumanismo», con importantes implicaciones para la gestión de la percepción.

Como hemos comentado en nuestra receta propagandística centrada en el 11-S y en la Covid-19, una táctica propagandística de probada eficacia consiste en emparejar repetidamente una palabra objetivo con asociaciones positivas o negativas. En la investigación experimental, basta emparejar el nombre de un candidato político con palabras clave positivas o negativas presentadas subliminalmente (por ejemplo, milagro, abrazo, funeral, rabia) para influir en resultados como las evaluaciones de los candidatos y las actitudes políticas. Como una forma de mensajería subliminal y condicionamiento clásico, el emparejamiento repetido de un objetivo propagandístico con una asociación emocional, o «etiqueta afectiva», desencadena respuestas emocionales automáticas inconscientes con poderosas consecuencias perceptivas y conductuales, incluidas las pautas de voto de los ciudadanos.

Lo mismo ocurre con la definición de «transhumanismo». Al incluir términos vagos que denotan beneficencia y altruismo en la propia definición de la palabra, ésta adquiere el poder de evocar los tipos de respuestas afectivas subliminales que suelen asociarse con el material benigno (confianza, tranquilidad, ecuanimidad, despreocupación), al tiempo que suprime las respuestas asociadas con la amenaza (vigilancia, precaución, atención, circunspección). Mediante la repetición, la definición de «transhumanismo» la convierte en una palabra clave pacificadora, capaz de someter sutil y subliminalmente a su público.

Y lo que es más importante, la benévola autodefinición propuesta por los transhumanistas ha sido adoptada y amplificada acríticamente por diccionarios, enciclopedias, periodistas, comentaristas y académicos, infectando prácticamente todos los esfuerzos por debatir el movimiento en profundidad. Consideremos, por ejemplo, las definiciones ofrecidas por Wikipedia y el Diccionario Oxford de Google:
El transhumanismo es un movimiento filosófico e intelectual que aboga por la mejora de la condición humana mediante el desarrollo y la puesta a disposición de tecnologías sofisticadas - Wikipedia
La creencia o teoría de que la raza humana puede evolucionar más allá de sus limitaciones físicas y mentales actuales, especialmente por medio de la ciencia y la tecnología - Definición Oxford de Google
Estos enfoques dominantes para definir y difundir el significado popular del término limitan el análisis dentro de los parámetros de, por ejemplo, «mejora» y «perfeccionamiento». En otras palabras, el marco conceptual en el que se propaga la definición de transhumanismo no lleva a los investigadores a ninguna parte fuera de los estrechos límites de las mejoras tecnológicas, que afectan subconscientemente a prácticamente todos los enfoques para entender el proyecto más allá de su pretendida beneficencia manifiesta.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, en lugar de perpetuar el efecto propagandístico de un enfoque aclamatorio a la hora de definir términos, ofrecemos una definición limpia de dogmas, etiquetas afectivas y giros positivos. Conscientes de la realidad de que la «mejora» está en el ojo del que mira, definimos el transhumanismo como:
Un proyecto para manipular la biología humana por medios tecnológicos a gran escala.
Los medios tecnológicos en cuestión podrían incluir la ingeniería genética, la biología sintética, la bioelectrónica y las interfaces hombre-máquina, entre otros, abarcando la biotecnología, la nanotecnología y la bio-nanotecnología. La reingeniería de la biología humana podría producirse directa o indirectamente a través de transformaciones del hábitat humano, como las adulteraciones artificiales del entorno natural, la atmósfera, el aire, el agua, la vida vegetal, el ganado, las armas y los productos farmacéuticos.

¿Sanear la atrocidad por definición?

Además del poder de pacificación, definir el transhumanismo como mejora deja al movimiento transhumanista abierto a agendas cuestionables. Si agendas como la letalidad y el hacer daño se unieran sistemáticamente a nociones mal definidas de mejora, el término transhumanismo se duplicaría como herramienta de desvinculación moral, al sanear la atrocidad bajo la rúbrica del «avance». Como escribimos en Covid 19: Mass Formation or Mass Atrocity (Covid 19: Formación masiva o Atrocidad masiva):
La desvinculación moral es un proceso psicológico mediante el cual un acontecimiento específico, como una exterminación masiva, puede situarse fuera de los límites de nuestro marco moral habitual [23, 24]. Un recurso frecuente para lograrlo es el lenguaje desinfectante [25, 26]. Envuelto en el bálsamo de términos neutros y olvidables, el daño se limpia retóricamente [27], la realidad no se registra emocionalmente y se invoca la indiferencia [28]. De ahí la banalidad del mal. Al igual que la agresión sexual a las víctimas con equipos médicos se describió como «interrogatorio mejorado» en la Guerra contra el Terror, el asesinato masivo se disfraza utilizando un lenguaje médico de tono anodino para la Guerra contra la Covid-19™.
En una línea relacionada, a través de las vertientes del transhumanismo se establecen objetivos misántropos, eugenistas e incluso democidas, al mismo tiempo que se reivindica la mejora humana para la optimización de la civilización, la seguridad humana y el bienestar. Consideremos el tipo de pensamiento contradictorio necesario tanto para comunicar como para oscurecer eficazmente los procesos de transformación total del ser humano, preparados para un mundo posthumano tecnocrático:
[...] ya hoy en día tenemos la capacidad técnica para empezar a rediseñar la humanidad [...] La manera inorgánica, de vincular humanos a ordenadores, cerebros a ordenadores o incluso crear entidades completamente no orgánicas, inteligencia artificial -quizás incluso conciencia artificial-, lo que supone un cambio aún más radical. Se puede decir que la ingeniería genética no es más que jugar con las mismas piezas con las que la evolución ha jugado durante miles de millones de años. Esto es algo completamente nuevo: crear entidades realmente inorgánicas. [29]
Ahora los humanos están desarrollando poderes aún mayores que nunca antes. Estamos adquiriendo poderes divinos de creación y destrucción. Estamos convirtiendo a los humanos en dioses. Estamos adquiriendo, por ejemplo, el poder de rediseñar la vida. [30]
A principios del siglo XXI, ya no necesitamos a la inmensa mayoría de la población... porque el futuro pasa por desarrollar tecnologías cada vez más sofisticadas, como la inteligencia artificial o la bioingeniería. La mayoría de la gente no aporta nada a eso, salvo sus datos. [31]
El valor último de los seres humanos será simplemente como consumidores que no harán nada útil en absoluto [...] Sin embargo, podría haber consumidores que no sean humanos, que no sean conscientes.[32]
Si no formas parte de la revolución lo suficientemente rápido, probablemente te extinguirás." [33]
En su presentación de 2018 ante el Foro Económico Mundial y en la entrevista de 2020 mencionada anteriormente, Yuval Noah Harari, futurista, historiador e invitado frecuente en círculos de «élite», quizá el comentarista académico más notorio sobre el transhumanismo, exalta el supuesto poder del ingenio humano para superar las vías naturales de la evolución. Afirma que los mejores ingenieros y programadores de la actualidad son capaces de mejorar, para el florecimiento de la humanidad, a los seres humanos y sus conexiones sociales, económicas y neuronales ininterrumpidas con el sistema nervioso central global: Internet.

La implicación es que los humanos, rediseñados como entidades parcialmente inorgánicas con una potencia informática/cerebral sintética mejorada, disfrutarán de nuevas habilidades sobrehumanas para vencer a la mortalidad y vivir para siempre. Sin embargo, cuando se habla de ello en público, la idea se suele tachar de lunática y, por tanto, se limita mayormente a la periferia. El abierto desdén por las proclamaciones de la «élite» pasa por aceptable porque la mayoría de la gente parece permanecer firme en su ceguera voluntaria ante la guerra de clases que se libra contra ellos.

Por el contrario, otras charlas de Harari dan un giro más siniestro hacia la eugenesia y la necesaria reducción del valor de los seres humanos con dignidad y valor moral inherentes. Contradicciones similares recorren las disquisiciones del transhumanismo. Con el auge de la robótica avanzada, el aprendizaje automático y la perspectiva futura de la computación cuántica, la mayoría de las criaturas producidas por procesos naturales de procreación biológica son innecesarias para un mundo que sólo se mide por lo que es altamente eficiente y económicamente conveniente.

No es de extrañar que el Foro Económico Mundial se sitúe en el centro de este programa global en el que las esferas de poder e influencia corporativas se han fusionado plenamente con el Estado. Si todo esto suena inquietantemente parecido a alguna forma «amistosa» de fascismo, puede que lo sea: una clara advertencia elaborada por Bertram Gross en 1980. «La recolección de información es ahora posible a través de sistemas cada vez más sofisticados», observó, «incluyendo las formas más ominosas de vigilancia electrónica a distancia» [34].

Gross preveía en este orden emergente una especie de fascismo seductor en el que «un control más concentrado, sin escrúpulos, represivo y militarista por parte de una asociación entre las grandes empresas y el gran gobierno [preservaría] los privilegios de los ultrarricos, los supervisores corporativos y los mandamases del orden militar y civil» [35]. Señaló que este rediseño fundamental del mundo social se enmarca en el discurso público como sumamente «razonable» e inexorable porque es abiertamente favorable -a las empresas- y, por tanto, parte integrante de la lógica de un mercado eficiente y «libre».

En un ejemplo del discurso público favorable al mercado que endulza el transhumanismo, Nick Bostrom, un destacado académico transhumanista que procede de lo que se conoce como la «Escuela de Oxford» del transhumanismo[36], escribió en 2003:
El transhumanismo es un movimiento poco definido que se ha desarrollado gradualmente durante las dos últimas décadas. [En realidad, el término fue propuesto por Julian Huxley en 1951, supuestamente para resucitar la eugenesia tras la Segunda Guerra Mundial.] Promueve un enfoque interdisciplinario para comprender y evaluar las oportunidades de mejora de la condición humana y del organismo humano que surgen con el avance de la tecnología. [37]
Bostrom es cofundador de la Asociación Transhumanista Mundial, firmante original de la Declaración Transhumanista de 1988, [38] y Director Fundador del Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford desde 2005 hasta 2024. En un artículo titulado «Ethical Issues for the 21st Century: Transhumanist Values» (Cuestiones éticas para el siglo XXI: valores transhumanistas), explica que:
Los transhumanistas ven la naturaleza humana como una obra en curso, un comienzo a medio hacer que podemos aprender a remodelar de formas deseables. La humanidad actual no tiene por qué ser el punto final de la evolución. Los transhumanistas esperan que, mediante el uso responsable de la ciencia, la tecnología y otros medios racionales, lleguemos a convertirnos en posthumanos, seres con capacidades mucho mayores que las de los seres humanos actuales. [39]
A modo de explicación, Bostrom ofrece una visión de los seres posthumanos que parece el guión de una nueva película fantástica de Disney, totalmente alejada de la realidad armamentística de la I+D en «mejora» humana que se está llevando a cabo en la actualidad. ¿Sirve la aparente adhesión tácita de Bostrom al darwinismo social para justificar la creencia de que los seres humanos no son más que ratas de laboratorio para ser utilizadas como sujetos en mejoras experimentales? En un artículo titulado "Human Genetic Enhancements: A Transhumanist Perspective" (Mejoras genéticas humanas: una perspectiva transhumanista), opina:
Podemos concebir placeres estéticos y contemplativos cuya dicha supere con creces lo que cualquier ser humano ha experimentado hasta ahora. Podemos imaginar seres que alcancen un nivel de desarrollo y madurez personal mucho mayor que el de los seres humanos actuales, porque tienen la oportunidad de vivir cientos o miles de años con pleno vigor corporal y psíquico. Podemos concebir seres mucho más inteligentes que nosotros, que pueden leer libros en segundos, que son filósofos mucho más brillantes que nosotros, que pueden crear obras de arte que, aunque sólo pudiéramos comprenderlas en el nivel más superficial, nos parecerían maravillosas obras maestras. Podemos imaginar un amor más fuerte, más puro y más seguro que el que cualquier ser humano haya albergado hasta ahora.[40]
Como simples mortales que observamos la efusiva especulación de Bostrom, no podemos evitar preguntarnos: ¿podemos? ¿En híbridos humano-máquina? ¿Un amor más fuerte y puro que el que cualquier ser humano haya albergado hasta ahora? El amor -la cualidad que distingue más decisivamente a los seres humanos de las máquinas- ¿será «mejorado» por la tecnología? ¿Cómo?

Brian Earp, Anders Sandberg y Julian Savulescu, compañeros transhumanistas de Bostrom en Oxford y coautores contemporáneos, han avanzado una visión del amor mejorado tecnológicamente en The American Journal of Bioethics. Los bioeticistas y futuristas abogan por manipular la experiencia del amor en busca de lo que denominan «vínculos relacionales bien adaptados»[41]. Resulta cuanto menos sorprendente que la emoción humana más poderosa, que ha motivado las formas más elevadas de sacrificio, servicio y cultura de la historia, se disfrace (o se rebaje) en términos tan retóricamente banales. La herramienta clave que Earp et al. proponen para lograr este objetivo es la «biotecnología anti-amor». ¿Es esto lo que Bostrom entiende por «mejorado»?

Culpando al amor de lacras desviadas como la pedofilia, el trauma de la violación y los malos tratos domésticos (lo cual es profundamente defectuoso desde el punto de vista psicológico), los autores esperan la perspectiva de una «vacuna del amor», que funcionaría para «prevenir el amor no deseado». ¿Es la inyección anti-amor algo parecido al Soma de Huxley en Un Mundo Feliz? Subrayan la «urgencia del proyecto ético», que incluye encontrar una «cura para el amor», argumentando que «en las condiciones adecuadas», la biotecnología antiamor podría incluso ser «moralmente necesaria». Por supuesto, este tipo de racionalización de las intervenciones biotecnológicas tendría mucho sentido para las mentes ocupadas por la creencia de que los seres humanos no son más que maquinaria económica cuyas funciones básicas deben ser reguladas o sustituidas por más robots. Los académicos de Oxford, cuyos esfuerzos transhumanistas se basan en el poder y la posición de la universidad de habla inglesa más antigua del mundo, describen un futuro en el que «puede que algún día nos encontremos con una serie de píldoras, biochips y neuroceúticos que podrían "tratar" con éxito las pasiones problemáticas» [42].

Un segundo enfoque de definición para sanear el transhumanismo es enfrentarlo a una noción devaluada de seres humanos no adulterados. Un informe del grupo de Evaluación de Opciones Científicas y Tecnológicas del Parlamento Europeo, por ejemplo, afirma: «El transhumanismo es la idea de que la humanidad puede (y debería) perfeccionarse más allá de sus límites actuales mediante el uso de tecnologías apropiadas. Estos puntos de vista son rebatidos por un pequeño pero sonoro grupo de conservadores que se oponen a la mejora humana» [43].

Del mismo modo, un informe de 2020 del Centro de Análisis Navales para la Oficina del Jefe de Operaciones Navales de EE.UU. sitúa a los oponentes del transhumanismo en uno de dos campos: «bioconservadurismo» o «bioludismo». Según el informe:
El transhumanismo describe una filosofía de transformación de la condición humana para mejorar tanto el cuerpo como la mente. Por el contrario, el bioconservadurismo adopta una postura «vacilante» ante la fusión de los seres humanos y la tecnología, a menudo centrándose en los fines antinaturales e inciertos de dicha fusión. Y el bioludismo (o neoludismo, para la tecnología en general) rechaza la biotecnología emergente y se opone pasiva o activamente a sus efectos sobre el medio ambiente, los individuos y las comunidades. [44]
Una frase ilustrativa dice «Los bioluditas se oponen a la biotecnología anti-amor».

Para ser claros, esta definición, facilitada al Departamento de Defensa de Estados Unidos, trata la salvaguarda de la humanidad no adulterada como producto de una de estas dos cosas: orientación política (bioconservadurismo) o atraso tecnológico (bioludismo).

Titulado Superhumans: Implications of Genetic Engineering and Human-Centered Bioengineering (Superhumanos: implicaciones de la ingeniería genética y la bioingeniería centrada en el ser humano), el propósito del informe era proporcionar al Departamento de Defensa de Estados Unidos (DoD) recomendaciones para navegar por un futuro de "ciborgs" y humanos modificados genéticamente. El documento alerta al lector de que:
La biotecnología -en concreto, la modificación física de la biología con tecnología- tiene una trayectoria que va más allá de la «unión hombre-máquina» reversible y termina con posibilidades tipo cyborg de mejoras y modificaciones infinitas. Y la ingeniería genética, especialmente con la accesibilidad que ofrece CRISPR1 (repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas) y las tecnologías relacionadas, tiene una trayectoria que promete seres humanos más inteligentes, más fuertes y «mejores» desde el nacimiento, anunciando el advenimiento del «homo superior». [45]
Tras estigmatizar a los que se oponen a estos avances como bioconservadores o bioluditas, los esfuerzos por proteger al homo sapiens (incluso desde el nacimiento) contra una invasión por ingeniería genética por parte del «homo superior» -es decir, la perspectiva de una extinción humana de facto- se tachan de reaccionarios desde el punto de vista político y psicológico. En comparación, el transhumanismo y sus objetivos posthumanos de alteración de la especie se presentan como la alternativa evolucionada, racional y progresista.

Esta equiparación de posthumanismo y progresismo se hace eco de una definición de «transhumano» propuesta por el pionero transhumanista Max More en 1994:
[Un transhumano es] alguien en la fase de transición de humano a biológica, neurológica y genéticamente posthumano. Alguien que orienta su pensamiento hacia el futuro para prepararse para los cambios que se avecinan y que busca y aprovecha las oportunidades para el progreso personal. [46]
En realidad, sostenemos que el transhumanismo es un producto de instituciones poderosas, que durante mucho tiempo se creyó que servían al interés público, pero que han sido capturadas por un régimen transnacional de financieros y tecnócratas que han trabajado duro para eliminar todo recuerdo de los bienes comunes públicos y los derechos soberanos inherentes a cada ser humano. Liberado de los imperativos morales universales de larga tradición, el movimiento transhumanista global que empuja a las masas a consumir sus productos también manipula, patenta y, en esta «tercera ola de mercantilización» [47] de la economía global, mercantiliza las materias primas de la vida. Pretende ser no sólo un maestro del mimetismo (biomimética), sino un omnipotente creador omnisciente de la sustancia material. Un nivel divino: «Divinidad», según Harari, «no es suficiente para describir lo que intentamos hacer»[48].

De hecho, el carisma con el que la industria del transhumanismo está arrasando en todo el mundo se basa, en opinión de Martine Rothblatt, en la ideología de la transexualidad. Rothblatt es una activista transgénero y transhumanista multimillonaria autora del libro From Transgender to Transhuman: A Manifesto on the Freedom of Form (De transgénero a transhumano: un manifiesto sobre la libertad de forma). El proceso de transición, según el ethos transhumanista, requiere la construcción de neologismos (beme), que representan al «humano bioelectrónico» que ha trascendido al ciudadano de una «sociedad de la información» del «humano de carne y hueso», pero que
depende vitalmente de que gran parte de su vida se almacene y procese electrónicamente. Se puede decir que estas personas son «transbeman», es decir, que trascienden tanto el mundo humano como el mundo beman. (2008)
La rica e influyente Rothblatt se inició en los sistemas de seguimiento por satélite tras una visita a una estación de seguimiento de la NASA en 1974, tras lo cual trabajó para la NASA en la década de 1980 y formó parte del patronato del Instituto de Estudios Espaciales. Junto al transgenerismo, Rothblatt promueve el uso de la nanotecnología en la prolongación de la vida, la cirogenia, los robots humanoides y la ciberconciencia.

Por consiguiente, con sus aspiraciones de superar a la Divinidad y trascender las trampas de la carne humana, el transhumanismo representa la arrogancia del hombre y su degenerada creencia en el esfuerzo humano por sí solo para interceder con total precisión y éxito en todos los procesos naturales. Implica intentos de diseñar vías evolutivas artificiales que conduzcan a los seres humanos hacia un estado de alejamiento de su etapa actual como las criaturas más altamente evolucionadas. Este proyecto lleva implícito un engreimiento sin medida, ya que los hombres/mujeres en el poder pretenden desempeñar el papel de creadores sobrenaturales y arrogarse el derecho a controlar la voluntad soberana y el deseo del ser humano de pensar, sentir, actuar y reproducirse.

En esta serie de artículos sostenemos que, con este fin, las persistentes campañas de inyecciones forzadas de terapias genéticas experimentales a la humanidad han servido como significantes clave del proyecto transhumanista, tanto para reescribir el código de la vida misma con las intervenciones tecnocráticas del hombre en el orden natural, como para rediseñar la biología y fusionar a los humanos con las máquinas. Todo ello como parte de un proyecto organizado y bien financiado para reutilizar a los seres humanos en una imaginada síntesis perfecta de mercados, sociedades, cuerpos, cerebros, flujos sanguíneos, campos de batalla y sistemas de creencias, guiada por una fuerza singular creada por el hombre con un poder computacional sin parangón.

Por supuesto, todo este esfuerzo por intentar crear y ejercer un control casi omnipresente sobre sistemas biológicos impredecibles, dinámicos e interdependientes requiere la aplicación de una inmensa «inteligencia», del tipo que puede operar con recursos, capacidad intelectual y financiación casi ilimitados.

Transhumanismo: ¿Fantasía u Operación de Inteligencia Militar?

En la era actual, en la que la percepción pública está estrechamente controlada, prevalecen la censura, la compartimentación y el «borrado». Por eso es necesario desenterrar de los archivos ciertos materiales de fuentes primarias y examinarlos con detenimiento.

A modo de ejemplo, enterrado en páginas web archivadas en Wayback Machine se encuentra un registro de que el 14 de agosto de 2001 el Jefe Científico del Centro de Investigación Langley de la NASA, Dennis Bushnell, dio una charla en un simposio organizado por la Asociación Industrial de Defensa Nacional (NDIA), sobre lo que equivale a una hoja de ruta de inteligencia militar hacia el transhumanismo [49]. Bushnell era, en ese momento, un veterano de 40 años de la NASA y sigue siendo el Jefe Científico Langley de la NASA en la actualidad. La presentación se titulaba «Future Strategic Issues / Future Warfare» (Cuestiones estratégicas del futuro / Guerra del futuro). Pretendía ser un «aviso» para los socios de seguridad nacional de la NASA sobre el futuro de la tecnología aplicada tanto al ejército como a la sociedad, con vistas a los años 2025-2030. La segunda diapositiva rezaba: «Los robots, los borgs y los humanos les dan la bienvenida al año 2025». Las diapositivas que acompañaban a la presentación pueden consultarse en una página web archivada del Centro de Información Técnica del Departamento de Defensa estadounidense (DTIC).
Yena-B, Artist’s impression of slide 1 from the Future Stratgic Issues/Future Warfare presentation in 2001.
© Yena-B, Impresión artística de la diapositiva 1 de la presentación Future Stratgic Issues/Future Warfare en 2001.
El propósito declarado de la charla era orientar no sólo la estrategia militar del Departamento de Defensa (DoD), sino también las decisiones de adquisición de inteligencia militar, y la planificación de I+D (investigación y desarrollo). Sus proyecciones y predicciones se derivaban del trabajo de «futuros» de la NASA con más de 30 agencias de seguridad nacional, entre ellas DARPA, la CIA, la DIA, el Ejército estadounidense, las Fuerzas Aéreas y otros numerosos organismos de seguridad nacional. Como parte del preámbulo de la charla, NASA-Langley subrayó que las tecnologías futuristas que describía «NO ERAN POLVO DE DUENDES» (énfasis en el original, diapositiva 4). Claramente consciente de que las tecnologías y conceptos contenidos en las 113 diapositivas parecerían improbables a muchas audiencias, Bushnell explicó que las nuevas tecnologías como las que describía suelen tardar más de 15 años en producirse, tras lo cual permanecen «en inventario» durante «más de 40 años». Lo que, de ser cierto, situaría a un veterano de más de 40 años y director de un instituto de investigación científica de seguridad nacional como Dennis Bushnell en una posición privilegiada para conocer el estado de la I+D clasificada que llega por la «ciencia negra».

En consonancia con las afirmaciones de Bushnell, el historiador científico de Harvard Peter Galison escribe que la investigación científica clasificada es «del orden de cinco a diez veces mayor que la literatura abierta que llega a nuestras bibliotecas». Por lo tanto, somos «nosotros en el mundo abierto [...] los que vivimos en una modesta cabina de información de cara al exterior, de espaldas a un vasto imperio clasificado que apenas conocemos» [50].

Con la ventaja de tener acceso a ese vasto imperio clasificado, Bushnell, en su presentación de 2001, ofreció una visión general de las «revoluciones tecnológicas mundiales en curso» en los campos «IT/Bio/Nano», que, según la diapositiva 7, se estaban produciendo a un ritmo «triple/exponencial», con «cambios que ocurren a escalas de meses (en lugar de décadas)». La charla predijo que la explosión global subyacente en las revoluciones tecnológicas vería el advenimiento de una nueva era para la humanidad, programada para comenzar en 2020. La NASA Langley bautizó esta nueva era como la Era Bio/NANO (diapositiva12). No se explicó por qué se eligió el año 2020 como el amanecer de una nueva era Bio/NANO para la humanidad. En cambio, se designó una Era Virtual que comenzaría en un momento indeterminado, señalado con un signo de interrogación. Esa última Era Virtual traería consigo la «robotización» de desarrollos clave de eras anteriores, y un desplazamiento de la vida en entornos basados en la realidad a la existencia en entornos virtuales.

En el camino hacia la Era Virtual, según la NASA Langley, la Era Bio/NANO subsistiría a base de «trastornos sociales y económicos», del mismo modo que la Era Industrial había subsistido a base de materias primas y la Era Agrícola a base de tierras de cultivo (diapositiva 107). Consideremos las distinciones trazadas para enmarcar las grandes transiciones: la nueva Era se alimenta de las sociedades, los medios de vida y los cuerpos de los seres humanos, mientras que las Eras precedentes se alimentaban de los recursos renovables del mundo natural. Los paisajes tecnológicos de las eras Bio/NANO y Virtual iban a comprender la ingeniería genética de los seres humanos antes del nacimiento; la electrónica implantable para la monitorización, la informatización y la estimulación cerebral; la vida cibernética y artificial; la bioinformática; el «todo» automático/robótico; los nanobots; el polvo inteligente; y los entornos holográficos y virtuales ubicuos e inmersivos. Se preveía que estas y otras transformaciones radicales de la sociedad se producirían con la ayuda de «sistemas civiles» «caballo de Troya» (diapositiva 81) -en consonancia con el supuesto despliegue de tecnologías militares bajo el disfraz de 'salud pública' desde 2020 [51, 52, 53, 54]- y el «nanoetiquetado subrepticio (con interrogación por microondas) de todo / todos» (diapositiva 88).

En total, el documento señalaba formas clave en las que el camino hacia el transhumanismo estaría pavimentado por armamento, incluso disfrazado de civil, y organizado según diseños de inteligencia militar, tanto en términos estratégicos como concretos (I+D y adquisiciones). Sin embargo, a pesar del inmenso valor como curiosidad y del potencial impacto social de las 113 diapositivas, apenas han recibido atención en el mundo civil, con algunas excepciones notables [55].

Diez años después, en 2011, Bushnell dijo ante un auditorio de científicos medioambientales que «las bio-revoluciones en curso en genómica y biología sintética ofrecen la posibilidad muy real de formas de vida diseñadas, incluidos los humanoides». [56] Cabe preguntarse si Mary Shelley será ensalzada, en algún momento, con un Premio Nobel póstumo por sus contribuciones conceptuales a los movimientos actuales hacia las monstruosidades creadas por el hombre. Estas revoluciones, señaló Bushnell, formarían parte de un futuro tecnológico que los asistentes deberían esperar en vida de sus hijos y nietos. Explicó que «a través de la biomimética han nanoseccionado el neocórtex y lo están reproduciendo en silicio, y están teniendo un gran éxito». Mientras tanto, Bushnell advirtió de que, incluso sin cerebros de silicio, en 2011 «los robots están ocupando los puestos de trabajo. Y los humanos, cada vez más, no pueden competir». En el futuro, con una inteligencia artificial más avanzada, «no está claro qué hará la gente todo el día». ¿Es este proyecto simplemente la conclusión de la lógica rapaz de la banca central: expulsar a los humanos de todos los ámbitos de la producción cultural, económica y biológica?

"Los seres humanos se están convirtiendo en cyborgs», continuó el Jefe Científico de la NASA Langley. «Hemos puesto chips cerebrales en unas 10.000 personas... DARPA está trabajando en chips cerebrales para super soldados. Dentro de quince o veinte años, si no llevas todos estos chips, no podrás competir, sobre todo con las máquinas... [De hecho] nos estamos fusionando con las máquinas. Las revoluciones tecnológicas de las tecnologías de la información, la biotecnología y la nanoenergética cuántica tienen efectos realmente masivos y ahora son doblemente exponenciales... Si quiere comprobar dónde está la frontera de este tipo de pensamiento, lea a Ray Kurzweil", quien, añadió Bushnell con entusiasmo, está "¡justo en ella!" [57].

En su libro La Singularidad (2005), Kurzweil describe un «escenario 2030» coherente con la Era Virtual de NASA-Langley, según el cual
La tecnología de los nanobots proporcionará una realidad virtual totalmente inmersiva y convincente. Los nanobots tomarán posiciones en estrecha proximidad física a cada conexión interneuronal procedente de nuestros sentidos... Los nanobots serán capaces de generar los correlatos neurológicos de las emociones, el placer sexual y otros derivados de nuestra experiencia sensorial y nuestras reacciones mentales [...] Los nanobots serán introducidos sin cirugía, a través del torrente sanguíneo y, si es necesario, podrán ser todos dirigidos a salir, por lo que el proceso es fácilmente reversible. Son programables, en el sentido de que pueden proporcionar realidad virtual un minuto y una variedad de extensiones cerebrales al siguiente.[58]
¿Fantasía? Si damos crédito al catedrático de Ingeniería Eléctrica y Biología Celular de la Universidad Internacional de Florida, Sakhrat Khizroev, su equipo ya había desarrollado en 2018 nanopartículas magnetoeléctricas capaces de inyectarse en el torrente sanguíneo, «como la vacuna de la gripe» (o ingerirse), y guiarse de forma inalámbrica hasta el cerebro. En estudios con animales, las nanopartículas magnetoeléctricas podían maniobrarse de forma inalámbrica hasta zonas cerebrales con precisión de una neurona, y devolverse al torrente sanguíneo una vez cumplida su misión. En una charla sobre la tecnología y el campo emergente de la «tecnobiología», Khizroev afirmó que «cada día nos acercamos más al objetivo final de utilizar [esta tecnología] en personas. Y esperamos que dentro de un par de años podamos hacerlo" [59]. El gráfico que la acompañaba rezaba: "NANOPARTÍCULA - Posibilidades Ilimitadas".

Al principio de su carrera, cuando era ingeniero eléctrico y físico, antes de su encarnación como «tecnobiólogo», Khizroev había realizado investigaciones financiadas por la Oficina de Investigación Científica de la Fuerza Aérea, la Oficina de Investigación del Ejército, la Oficina de Investigación Naval y DARPA [60, 61]. Por su parte, Kurzweil es Director de Ingeniería e «Investigador Principal + Visionario de la IA» en Google, que, a su vez, recibió financiación inicial de la NSA y la CIA [62] y sigue colaborando con la inteligencia estadounidense en la actualidad.

En consonancia con la Singularidad de Kurzweil, en 2015 Dennis Bushnell, de la NASA Langley, describía la posibilidad de «cargar el cerebro en una máquina, que tendría conocimientos divinos [sic.] y estaría conectada a la emergente red global de sensores y a la mente global»[63]. Bushnell continúa citando la idea de Hans Moravec de transformarnos en nuestros «hijos cerebrales» y convertirnos en «máquinas contaminadas de humanidad». Así, no sólo se deifica a las máquinas («divinos»), sino que se trata a los seres humanos como contaminantes: una visión profundamente antihumanista que choca frontalmente con el mantra transhumanista de «mejorar» la humanidad.

De vuelta al futuro de 2020

Mientras que en 2001 (y en 2011 y 2015) estos desarrollos podían parecer demasiado alejados de la realidad para que la mayoría de los comentaristas los considerasen interesantes, en 2020 la presentación de la NASA Langley de 2001 adquirió una nueva relevancia a medida que los pronósticos clave empezaban a abrirse camino en la vida real. En 2020, la «disrupción social», que según la NASA Langley reemplazaría a las tierras de cultivo de la Era Agrícola y a las materias primas de la Era Industrial, descendió justo a tiempo para el comienzo en 2020 de una nueva era Bio/NANO, como se enumera en la diapositiva 12 del documento de la NASA.

La disrupción social de 2020, además, impulsó, por primera vez en la historia, el despliegue masivo de la tecnología inyectable BioNano basada en genes (cf. «vacunas» BioNTech), respaldada legal y logísticamente por el Complejo Militar-Industrial, en particular el Departamento de Defensa de EE.UU. y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) [64, 65, 66, 67, 68]. En el proceso, se produjo una rápida transición masiva a la «tele-todo» descrita en el documento de Langley de la NASA (telemedicina, tele-educación, tele-comercio, tele-socialización, etc., diapositiva 16), estableciendo un camino social práctico hacia la Era Virtual, en la que «el mundo y la sociedad cambiarán aún más hacia la tele-todo» [69].

Al mismo tiempo, en el ámbito del discurso público, mientras la vida imitaba las diapositivas de la NASA Langley, Klaus Schwab y Yuval Noah Harari, del FEM, empezaron a pregonar la llegada de los desarrollos de la Era Bio/NANO bajo los auspicios de un «Gran Reinicio» y de la «Cuarta Revolución Industrial», [70, 71] ambos gestados antes de 2020 y acelerados por la Gran Disrupción que fue la Covid-19. Cuando se le preguntó por la importancia de la Covid-19 para la Cuarta Revolución Industrial, Klaus Schwab afirmó que la Covid-19 había «acelerado la Revolución Industrial en curso», de modo que «la Cuarta Revolución Industrial ya es una realidad».

Profundizando en este tema, el 14 de abril de 2020 -apenas un mes después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la Covid-19 como una pandemia- Harari explicó que, con la llegada de la Covid-19, estábamos asistiendo a «un cambio en la naturaleza de la vigilancia. Antes, la vigilancia se realizaba principalmente por encima de la piel. Ahora va por debajo de la piel. Los gobiernos no sólo quieren saber adónde vamos o con quién nos reunimos, sino sobre todo lo que ocurre bajo nuestra piel" [72].

Harari también declaró a The Late Late Show a principios de The Pandemic™, el 16 de abril de 2020:
Lo que está ocurriendo ahora, es realmente un punto de inflexión en la historia de la vigilancia. En primer lugar, vemos cómo los sistemas de vigilancia masiva entran y se adoptan en países democráticos, que antes se resistían a ellos. En segundo lugar, vemos cómo la naturaleza de la vigilancia cambia de la vigilancia por encima de la piel a la vigilancia bajo la piel.[73]
Por «vigilancia bajo la piel», Harari explicó a BBC Hard Talk en mayo de 2020 que no se refería únicamente a mediciones médicas como la temperatura o el ritmo cardíaco. La vigilancia bajo la piel, subrayó, permitiría a gobiernos y empresas (si es que ahora pueden distinguirse unos de otros) monitorizar no sólo lo que hacemos, sino también lo que pensamos y sentimos, hasta el punto de que el Estado corporativo «me conocería mejor de lo que yo me conozco a mí mismo». Añadió que pensaba que era probable que «la gente pudiera mirar atrás dentro de 100 años e identificar la epidemia de coronavirus como el momento en que un nuevo régimen de vigilancia tomó el control, especialmente la vigilancia bajo la piel. Lo que creo que es quizá el desarrollo más importante del siglo XXI" [74]. Pero, ¿de qué estaba hablando Harari? Sus comentarios se hicieron a principios de 2020, cuando el distanciamiento social, las mascarillas y los confinamientos eran las contramedidas du jour. ¿Qué tenían que ver esas intervenciones, o el virus que supuestamente abordaban, con la vigilancia bajo la piel?

Es difícil no estar de acuerdo con Harari en que si la Covid-19 o sus contramedidas hubieran servido de algún modo como vehículo para el despliegue masivo encubierto de la tecnología de vigilancia subcutánea, eso sí que podría calificarse como un acontecimiento definitorio, aunque ominoso, del siglo XXI. Pero, ¿cómo pudo ocurrir algo así? ¿Sabía Harari algo que nosotros ignorábamos? ¿Sobre la Covid quizás? ¿O las mascarillas? ¿O las pruebas PCR? (Véase en la Parte 3 la discusión sobre el polvo inteligente y los hallazgos de materiales no declarados en los hisopos PCR).

¿Ingenieros sociales o cadetes espaciales?

Es cierto que, de todas las agencias de seguridad nacional de EE.UU., la misión de la NASA requiere las hazañas más imposibles de la biología y la ciencia. Vivir sin gravedad ni oxígeno, o hacer frente a la privación sensorial son ejemplos obvios. Con semejantes objetivos interplanetarios en mente, quizá sea comprensible que el interés de la agencia por los cíborgs se remonte a la década de 1960. En un documento titulado «Engineering Man for Space: THE CYBORG STUDY» (Diseñando al Hombre para el Espacio: EL ESTUDIO CYBORG) (mayúsculas en el original), la Oficina de Investigación y Tecnología Avanzadas de la NASA recibió en 1963 un informe sobre su "Programa CYBORG", cuyo objetivo era "obtener la máxima integración del hombre en un complejo hombre-máquina" [75]. Curiosamente, esto ocurrió sólo un año después del Subproyecto MKULTRA 119 (1962) de la CIA, que exploraba "técnicas de activación de la organización humana por medios electrónicos remotos", pero que no dio lugar a ningún dispositivo para hacerlo [76].

La justificación del Programa CYBORG de la NASA -hace seis décadas- era aumentar la «eficiencia y longevidad del proceso vital a bordo de los vuelos espaciales» [77]. En otras palabras, el programa espacial de la NASA proporcionó una justificación, o quizá un pretexto, para financiar la investigación en áreas que de otro modo se considerarían demasiado extravagantes/inmorales para ser financiadas, es decir, los ciborgs. Cabe señalar que justificar incursiones en territorios que de otro modo serían inconcebibles apelando a un valioso propósito colectivo es una herramienta psicológica común para sanear la atrocidad [78].

En 2021, la NASA había llevado su lógica espacial lo suficientemente lejos como para establecer una colaboración interinstitucional internacional en la que participaban la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédicos Avanzados (BARDA), la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA), el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), la FDA, los CDC, los NIH, ocho agencias espaciales internacionales, algunas universidades y un grupo «sin ánimo de lucro» con Eric Schmidt, de Google, y la multimillonaria activista transgénero transhumanista Martine Rothblatt en su consejo de administración. Esa colaboración aprovechaba las oportunidades de I+D de una estación espacial internacional que albergaba un laboratorio de microgravedad y orbitaba la Tierra cada 90 minutos.

En una serie de diapositivas sobre la iniciativa, titulada "Bioingeniería en la NASA: Hacia una comprensión de la vida en el espacio", una línea de tiempo que representaba "Seis décadas de investigación en biología espacial" marcaba el punto temporal "ahora" con dos palabras: "biología sintética": «biología sintética» [79]. Anteriormente, en 2011, un informe elaborado conjuntamente por NASA Langley y un contratista gubernamental privado resumía la sinergia de I+D de la NASA con organismos externos [80], explicando sus aplicaciones previstas para la biología sintética. Dichas aplicaciones incluían interacciones con la electrónica, como un «bio-robot sintético» que el informe describía como «un robot autónomo resultante de la fusión de la biología sintética, la electrónica y la cibernética .... Esta tecnología se basa en el campo emergente de la biología sintética utilizando los principios de la biomímesis para desarrollar un cíborg a microescala" [81].

Además, el informe mencionaba una «interacción sin fisuras entre el ser humano y el ordenador» que implicaba una «interfaz cerebro-máquina (BMI): también conocida como interfaz cerebro-ordenador o interfaz neural». Esta interfaz, explicaba el documento, «monitoriza las neuronas del usuario e interpreta sus señales. Esto proporciona un control manos libres de la maquinaria y el software y acceso a la información [lo que] podría ser una tecnología muy útil en entornos espaciales» [82] Así pues, desde su primer informe sobre el Programa Cyborg, la justificación de las tecnologías cyborg por parte de la NASA parece haber experimentado un deslizamiento de misión, desde la longevidad de los astronautas en 1963 hasta la comodidad en 2011.

El informe de 2011 describía entonces una realidad simulada que sería «indistinguible de las experiencias reales» y «tan completamente inmersiva» que el usuario sería incapaz de diferenciar ambas experiencias. Las tecnologías que podrían alcanzar este estado «trabajarían directamente sobre el propio cerebro, bloqueando la información sensorial real y sustituyéndola por información simulada a nivel de neuronas individuales»[83]. Con ello se cruzaba una línea moral. Escenarios espaciales hipotéticos, probablemente útiles para nadie, habían proporcionado la justificación para el desarrollo de tecnologías del mundo real que podrían utilizarse para secuestrar la percepción de la realidad de los individuos.

Lo siguiente en la agenda tecnológica de la NASA eran los «superhumanos». Los superhumanos de la NASA se basan en:
Interfaces físicas que incluyen interfaces físicas y neuronales que aumentan las capacidades humanas, como exoesqueletos y visión infrarroja. [Dichas] interfaces neuronales de visión infrarroja conectan directamente las capacidades de detección visual al sistema nervioso. La capacidad de ver en diferentes partes del espectro podría ser valiosa para las operaciones espaciales. [84]
Y aunque esto represente sólo un pequeño paso para un astronauta ciborg, es un paso de gigante para la humanidad. Revela una visión del homo superior según la cual el «superhumano» no es el genio creativo trascendente de los tomos académicos de los transhumanistas, sino alguien cuyas percepciones de la realidad se definen y gestionan externamente para él, de acuerdo con los requisitos de sus fabricantes.

En resumen, dado que la exploración espacial es la razón principal, podría tener sentido que la NASA simplemente intentara crear lo que Dennis Bushnell ha denominado «extremófilos» para el espacio, o ciborgs diseñados para prosperar en entornos extremos. Sin embargo, Bushnell ha propuesto los extremófilos no sólo para el espacio. También los ha propuesto como respuesta al «cambio climático» [85]. En su charla de 2011 en el Blue Tech Water Innovation Forum, Bushnell propuso modificar a los humanos para que «soporten el calor». Dijo:
Tenemos estudios en curso sobre extremófilos [...] además de la revolución en curso en genómica y biología sintética, que ofrece la posibilidad muy real de formas de vida de diseño, incluyendo humanoides, capaces de prosperar en cualquier desastre que hagamos del planeta.
Es decir, el uso final previsto de los extremófilos parece estar más cerca de casa que del espacio exterior. Lo que concuerda con la presentación de Bushnell en 2001 a sus socios de la industria de la seguridad nacional, en la que se predijo que la tecnología cíborg apuntalaría nuevas Eras para la humanidad. Nuevas eras, además, que no se plantearon principalmente en términos de vuelos espaciales o incluso cambio climático, sino en términos de seguridad nacional, como el combate, la vigilancia y la guerra. Incluida la «guerra psicológica» [86], junto con nuevas formas de ataque que abarcan el armamento de rayos (diapositivas 45 y 103) y el micropolvo mecánico aerosolizado que perfora los pulmones de sus víctimas (diapositiva 43). Sin olvidar el «nanoetiquetado subrepticio (con interrogación por microondas) de todo/todos» [cursiva añadida] para «información de identificación y estado» (diapositivas 41 y 88).

Lo que no hace sino suscitar más preguntas: Incluso si la creación de extremófilos para el espacio fuera el verdadero propósito de los programas cyborg de la NASA, ¿por qué la NASA predice nuevas Eras de la humanidad y la guerra BioNano? ¿Por qué anuncia el nano etiquetado subrepticio de todo y de todos? ¿Con interrogación por microondas? ¿Para identificación e información de estado? ¿Información de quién? ¿Qué estado? ¿Por qué?

Para responder a estas y otras preguntas, en la Parte 2, basándonos principalmente en documentos de fuentes primarias de inteligencia militar autentificados oficialmente y distribuidos formalmente, exploramos las pruebas de diseños trazados para el transhumanismo en materiales de «futuros» de inteligencia militar, que se relacionan con la visión estratégica del mundo de la seguridad nacional más allá de la NASA, tanto para el sector militar como para el civil.

Historia vía Technocracy news

Referencias de la Parte 1

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(Imagen destacada: "Decentralized Transhumanism" por Evynjct está bajo licencia CC BY-SA 4.0. Recortada por Propaganda In Focus)

Nota del editor: SOTT.net utilizó una imagen diferente.